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Foto del escritorJuan Alejandro Henríquez Peñailillo

ABADDÓN Y LA CONTAMINACIÓN ELECTROMAGNÉTICA DURANTE LA PANDEMIA

Un 24 de junio nace Ernesto Sábato, se celebra a los que nos llamamos Juan y se conmemora el día internacional contra la contaminación electromagnética (CEM).

Todo ello durante una pandemia y cuarentenas mundiales. Viendo esto desde lejos, pareciera que estamos viviendo en una continuación de la trilogía de Sábato que había culminado con Abaddón el exterminador de 1974 y que había iniciado con la narrativa histórica de un femicidio, el de María en El Túnel hace ya 72 años.

Pero no, esto es real. Encerrado en un departamento hace poco más de cien días, no he dejado de pensar en lo escrito hace algunos años sobre la hospitalidad digital. En pocos meses, el mundo entero se volcó a las tecnologías digitales para masificar la educación a distancia y el teletrabajo, para los que hemos podido hacerlo (valga la aclaración escrita hace unos días sobre las desigualdades en lo que a esto se refiere). Un concepto que busca dar respuesta a la brecha y analfabetismo digital, desde un enfoque de derecho y que es atravesado por una ética de la comprensión, de la hospitalidad y de una ética digital.

Primero Huxley (siguiendo a Shakespeare), luego Lewis (no en Crónicas de Narnia, sino en La Abolición del Hombre) y después Sábato con Abaddón, dan cuenta de la insoslayable crítica del humanismo hacia la tecnología, especialmente en su masificación y abuso creciente, lo que traería más argumentos para hablar de des-humanización o de tecnolatría, como escribiese el cumpleañero.

Y aun cuando la OMS sigue investigando y estudiando los posibles efectos perjudiciales a nuestra salud de parte de la electromagnética (especialmente de las antenas de base y la radiofrecuencia de celulares), ya ha declarado en varios estudios, que a lo más y bajo ciertas específicas circunstancias, podemos ver aumentar nuestra temperatura corporal en no más de un 1°, versus las referencias a proliferación del cáncer debido a este uso de aparatos que ya superaron en cantidad a la población chilena.

Todo esto, para señalar que en tiempos de pandemia y de prolongados encierros, nunca habíamos estado tan cerca y tan dependientes de la tecnología y de las radiofrecuencias. Entonces, hay un claro llamado a no idolatrar a la tecnología, pero también lo hay a saber hospedarla. Esto puede ser clave para entendernos en un cambio de era y de paradigmas, tanto en la educación como, incluso, en la filosofía y la poesía. ¿Por qué?

Bien es sabido que la etimología nos lleva a relacionar claramente la poiesis con la techné y aunque ambas aludan al acto de producción, los siglos han favorecido ciertas diferencias estéticas, que no abordaré, porque otros son los y las expertas. Sólo quiero señalar que la tecnificación digital y su progresivo aumento desmesurado o descontrolado, claramente traerá problemas, incluso más que la electromagnética. Por ello, el llamado a tomar consciencia de la creciente necesidad de formarnos en cómo educar a distancia y mediante dichas tecnologías, porque está en juego el desarrollo socioemocional de toda una generación (cada vez más idiotizada por la televisión, siguiendo al escritor argentino, que actualizamos hablando ahora de tablet, celulares y notebook) y, a través de ésta, de un mundo entero a futuro. Por eso, estamos llamados y llamadas a buscar equilibrios, para evitar aquel tecnosmog del encierro, favoreciendo una reflexión crítica, artística y política.

Que la filosofía y la poesía no se apaguen entre tantas teclas y digitaciones, que prospere la oralidad heredada y que la escritura cunda y abunde en el actual confinamiento.

Parafraseando a Sábato, que no lleguemos a un hiperdesarrollo pasando “de la miseria a la sociedad de consumo”, pero como interpreto lo dicho por Silvia (personaje de Abaddón), para que la alienación tecnológica no llegue, mejor ser un fin en sí mismo a un medio para unos pocos.

Eso es Filopóiesis también, una permanente búsqueda de posibilidades, de aperturas, preguntas y respuestas. Pensando en hospedar lo digital del siglo XXI, sin volvernos máquinas del hacer fabricado en masa.

Para finalizar, valga la ironía de estar escribiendo esto de madrugada, acostado y usando el computador y celular al mismo tiempo. Seamos más prudentes con la electromagnética, lo dice quien estudió primero, aunque sólo unos meses, ingeniería civil informática antes que la pedagogía en filosofía.

 

Foto de Gloriosa Fotografía. (Gloria Henríquez)

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