Escritos por Aldo Solalinde
Desde la inmensidad del vacío de mi corazón
miro al cielo y veo miles de estrellas
y cada estrella iluminando
el sutil camino de mi soledad.
Desde la inmensidad de mi diván en esta fría habitación
busco la calidez de mi propio abrazo bajo el edredón
me sumerjo en un profundo letargo
en un extraño mundo de sueños
que vibra en una dimensión paralela, en el Astral
donde todo es posible,
renacer inclusive.
Donde soy el artesano místico, el cantautor de melodías enamorado por las Musas,
el que cuenta historias que transportan las fantasías de los poetas,
el artista naíf de abstractos multicromáticos del milenio.
NEOGÉNESIS
La nada, el origen, el todo
un todo infinito y eterno cuya identidad eterna surge de su propia dinámica:
la espiral que se mantiene en constante evolución e involución, dimensionándose por siempre en el gran vacío.
La nada, un universo de agujeros negros sin casualidad.
Allí habitan todas las milenarias memorias de nuestros orígenes cósmicos.
Orígenes que son como un circulo único donde su principio es su propio final, su aurora su propio ocaso.
Lo que termina donde todo nace. Lo sempiterno.
Aquello que habiendo tenido un principio no tendrá fin.
El uno
lo que soy, lo que conozco de eras de antaño.
Yo el espíritu creado y creador
como ánima
perpetuado en cuerpo, mente y corazón.
La evolución transforma, la involución transmuta, a la propia nada inclusive.
La energía de cada ser viviente es semejante a la del universo
vigente en cada elemento que lo forma aun en aquellos que llamamos, equivocadamente, inanimados.
La aparente pasividad es una verdad engañosa desenmascarada por la constante inquietud de sus átomos,
así lo que imaginamos y lo que percibimos a través de nuestros sentidos son bosquejos de nuestros pensamientos, un “brainstorm”, de ideas que determinan nuestra capacidad creativa emergiendo del desorden y el caos de aquellos de nosotros que nos atrevemos a la aventura del coraje de experimentar.
La oscuridad, el caos, la nada
transmutándose en la máxima expresión creativa par transformarse en todo lo creado.
Soy el que soy, siempre
transmutándose y transformándose en cada uno de sus principios y en cada uno de sus finales.
Soy el todo armónico, sencillamente complejo, perfectamente imperfecto, sacro y profano.
Soy alienígeno y espiritualmente humano.
LUNA MENGUANTE
La Luna será una diosa
brillará descomponiéndose en colores
refractando en cada estrella
como espejos rotos bailando en el cielo
Se teñirá de azul metalizando la Vía Láctea
cada azul, un índigo profundo
cada profundo
un gris de plata
las siluetas en tonos pálidos
de pastel delineadas
marcando las sombras de la China
La Luna será una diosa
los amantes permanecerán mansos, callados,
cálidos
Cada ladrón buscará su luz
para robársela.
Alumbrado en su prisión, el amable vacío,
sus desencuentros,
la oscuridad eterna…
La Luna será una diosa
y cada Orféo arpegiando su lira compondrá una galaxia de Eurídices
vibración infinita, apocalíptica y armónica.
Cada hombre apremiará un pecho y se acunará permanentemente en la distancia entre su descendencia y ascendencia.
La Luna será una diosa.
Un niño apagará el Sol de tanto soplarlo
perseverantemente
inocentemente
para siempre.
CENIZAS DE CARNAVAL, 1952
Nací entre ritmos y tambores profanos en la tercera hora de la madrugada, al compás.
Me pasé llorando hasta el alba, según me contaron fastidiados, quizás no quería venir.
Entre murgas y comparsas se acercaron las cenizas y entre miles de rostros solo vi mascaras, cada y una distintas, pero todas tenían en común la mirada disfrazada en una búsqueda, en una incógnita.
La mía, ¿Quién soy yo aquí?
No me acuerdo…
por los senos de muchas he pasado.
Abrazos mestizos, abrazos arios, abrazos negros.
Abrazos ajenos en busca del propio.
Pasaron días y me acurruqué en el útero transparente de la soledad.
No, no quería venir,
¿Quién soy yo aquí?
Me dieron por nombre El Antiguo, porque así ya lo habían escrito, como si supieran, por alguna intuición o instintivamente animal, tal vez.
Tenía 1952 años, 2 meses y 20 días cuando cumplí mi primer año aquí.
Solo en mis ojos han quedado grabadas las imágenes de mi origen.
Busco el espejo, la hoja bruñida o el cristal que refleje la mirada de aquél que vive en mí y por el cual me hice tridimensional, palpable y esquivo.
El agua es el elemento de mi ascendencia y del cual he tomado lo adaptable, lo huidizo, lo independiente, lo transformable, lo impredecible, lo que se desvanece sutilmente.

Comments