Escrito por Sirio López Velasco (lopesirio@hotmail.com)
En el ecomunitarismo cada persona participa del colectivo (que se extiende desde lo local hasta lo planetario e incluyendo a tod@s según sus vocaciones y capacidades) que reparte todas y cada una de las tareas que satisfagan las necesidades colectivas e individuales éticamente legítimas. (O sea, que se ajusten a las tres normas éticas fundamentales, que nos obligan, respectivamente, a luchar para garantizar nuestra libertad individual de decisión, a realizar esa libertad en acuerdo consensual con los demás, y a preservar-regenerar la salud de los humanos y de la naturaleza no humana). Esa distribución de las labores productivas permite hacer realidad el principio que reza “de cada un@ según su capacidad y a cada un@ según su necesidad, respetando los equilibrios ecológicos y la interculturalidad”. En su primera parte ese principio incluye la exigencia de que tod@s l@s apt@s acorde a su salud y edad sean incluidos rotativamente en las tareas productivas, por lo que no existe el desempleo, y se aplica el principio que reza “que tod@s produzcamos para que cada un@ trabaje menos”, reduciendo hasta su mínima expresión necesaria la jornada productiva, a fin de que cada ser humano dedique lo restante del día a cultivarse, practicar artes, deportes formativos no competitivos, a otras actividades que no contraríen las tres normas éticas fundamentales, o simplemente al ocio que permite gozar la vida. Así cada individuo (ya eliminados el salario y el dinero) logra desarrollarse multilateralmente apoyado por la comunidad a la que él contribuye con su labor. Y esa comunidad contribuye al mejor desarrollo humano posible de aquellos que por razones de salud no pueden participar de las labores. A quien le parezca imposible un modo de vida sin desempleo hay que recordarle que en las comunidades indígenas cada persona (según su sexo y edad) desempeña una actividad productiva, por lo que en ellas no existe el desempleo; así, en la comunidad incaica incluso a los ciegos se le atribuía una tarea: desgranar el maíz.
En el capitalismo la mayoría de las personas depende de un salario derivado de un “trabajo” (término derivado de la tortura del “tripalium”) para ganarse su sustento y el de su familia. Pero aún en el caso en el que el monto así obtenido sea suficiente para permitirle a uno y otra una vida sin zozobras materiales, no es cada individuo quien participa de la decisión sobre si y dónde va a trabajar. Por el contrario, depende de que un patrón individual o una empresa lo contrate, para que pueda ocupar un lugar en la red productiva. Y si logra que lo contraten no siempre trabajará en las actividades que correspondan a sus vocaciones y capacidades, pues tendrá que conformarse con lo que consiga, a fin de contribuir a su sustento personal y familiar. Y si no logra que alguien lo contrate, está condenado al desempleo (crónico en el capitalismo, tanto del Primer Mundo como del Tercer Mundo), o sea a la falta de medios básicos de subsistencia o, en el mejor de los casos, a la obtención de medios muy limitados mediante la ayuda que la seguridad social le proporcione (a veces sólo por un tiempo limitado). Hoy cientos de millones de personas sufren con el desempleo o subempleo alrededor del mundo.
En el ecomunitarismo, como está incluido en lo antes dicho, todos los productos y bienes generados por la actividad productiva son revertidos para la satisfacción de las necesidades éticamente legítimas, bien de forma individual/familiar, bien de forma colectiva (o sea, a través de bienes y servicios de uso colectivo-general, como lo son las instalaciones y personal de las órbitas productivas, sanitarias, educativas, culturales, recreativas, deportivas, etc.). De esa distribución sólo no hace parte la porción/reserva necesaria para enfrentar calamidades naturales, o para mantener, renovar y/o ampliar los instrumentos productivos.
En el capitalismo la situación es muy diferente. Cada persona debe conformarse con lo que el monto dinerario conseguido por ella misma y los componentes de su núcleo familiar inmediato logre comprar. Todo el resto de los servicios y bienes existentes queda fuera de su alcance. Y muchas veces eso significa que la vida de cientos de millones de personas y familias sufre privaciones que comienzan por el hambre o una alimentación insuficiente. (Ahora en el capitalismo se mascara ese drama con el nombre de “inseguridad alimentaria”).
En el ecomunitarismo, aplicando la tercera norma fundamental de la ética, cada ser humano, al tiempo en el que interactúa con la naturaleza no humana para reproducir y mejorar la calidad de vida de la Humanidad, vela para que se preserve-regenere la salud de la naturaleza no humana orgánica y no orgánica (o sea, del mundo vegetal y animal, pero también de las tierras, las aguas y el aire). Ello es posible mediante la ejecución diaria de una economía ecológica y sin patrones que, entre otras cosas, practica la agricultura orgánica (sin agrotóxicos ni transgénicos), usa sólo energías limpias y renovables (como la solar y la eólica), y reduce-recicla-reutiliza los insumos y residuos.
En el capitalismo, por el contario, se verifica diariamente un modo de producir-vivir que masacra con la destrucción y/o la contaminación irreversible al conjunto de las especies animales (incluyendo a la especie humana) y vegetales, y a la salud de las tierras, las aguas (dulces y de mares u océanos) y del aire (sobre todo, pero no exclusivamente, en las ciudades, donde a causa de esa contaminación abundan las enfermedades respiratorias, a veces mortales).
En el ecomunitarismo, como consecuencia del gran principio cooperativo-comunitario “de cada un@ según su capacidad y a cada un@ según su necesidad, respetando los equilibrios ecológicos y la interculturalidad”, los seres humanos se entreayudan solidariamente. Así se supera el racismo y se enriquece la Humanidad mediante la mutua cooperación y aprendizaje entre las diversas etnias y culturas que la componen. Ya hoy nuestra sensibilidad y acción ecológica está inspirada de la conducta milenaria de los pueblos indígenas en relación a la Madre Tierra. Con respecto al principio citado vale la pena recordar que entre los Xavante de Brasil el cazador más eficiente no acapara para sí el fruto de su especial habilidad, pues un código comunitario muy detallado determina qué partes de cada pieza cazada deben ser dadas, gratuitamente, a otros miembros de la comunidad; y es conocido que el modo de vida xavante es ecológico (mas no realiza la dimensión intercultural del citado principio, pues la comunidad xavante tradicional no se relaciona solidariamente con otras etnias).
En el capitalismo reinó y reina el racismo, que ha llevado y aún lleva a la exterminación física y/o cultural de muchísimos pueblos. Ese drama se hizo planetario con la expansión mundial (a través de conquistas) de la Europa que veía nacer al capital.
En el ecomunitarismo, aunque cada ser humano sigue siendo imperfecto, busca mejorarse en paz consigo mismo, apoyado continuamente por la comunidad.
En el capitalismo son miles de millones las personas que “no se sienten bien en su piel”, atenazadas por muchas enfermedades psicosomáticas, acentuadas por la carencia de (o insuficiente) apoyo de la comunidad de la que hacen o deberían hacer parte.
Para finalizar queremos puntualizar que buena parte de la contraposición que aquí hemos hecho entre capitalismo y ecomunitarismo ya estaba presente en la crítica al trabajo alienado que Marx esbozó en sus “Manuscritos económicos y filosóficos de 1844” (gratuitamente disponibles en https://pensaryhacer.files.wordpress.com/2008/06/manuscritos-filosoficos-y-economicos-1844karl-marx.pdf), y en los breves pasajes en los que a lo largo de su inacabada obra resumió muy apretadamente su visión del orden comunitario (comunista) que debería venir después del capitalismo (que, como él dijo, destruye las dos fuentes de la riqueza: el ser humano y la Tierra). Ver también: a) nuestra “Ética ecomunitarista”, gratuitamente disponible en https://rebelion.org/download/etica-ecomunitarista-etica-para-el-socialismo-del-siglo-xxisirio-lopez-velasco/?wpdmdl=654430&refresh=5ffa00fe3411b1610219774
y, b) José de la Fuente Arancibia y Ricardo Salas Astraín (orgs.), “Introducción al Ecomunitarismo y a la educación ambiental. Lectura chilena de la obra de Sirio López Velasco”, gratuitamente disponible en https://library.oapen.org/handle/20.500.12657/51640
Imagen de jcomp en Freepik
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