Hasta que un virus nos distanció y llegó el momento de la filosofía, dicen por acá. Y que la autoridad sanitaria lo diga, es porque realmente estamos superados por esta diminuta y peligrosa corona, no es la primera en causar estragos, en todo caso, a lo largo de la historia.
En el eterno retorno, estábamos viviendo en un contexto de volver a alzar la voz (“ya viene la fuerza…”) y sabemos que no era por los $30, pero aun así creían que no prendía. La desigualdad en Chile ha quedado de manifiesto profundamente, aunque a algunos todavía no se la habían presentado. Pobreza, hacinamiento, hambre, muerte, listas de espera, precarización laboral, educación de calidad para algunas personas, discriminación, montajes y ley de terrorismo focalizado, en fin, desigualdad (es).
Pero la pandemia ha visibilizado una brecha que no estaba instalada sobre la mesa, ni en la antena de nadie. Debe ser porque en la desesperanza del proyecto moderno que nunca llegó, según lo prometido, se le dio entrada a la globalización y a la comunicación planetaria instantánea, lo que logró derribar fronteras en muchos sentidos.
En Chile, han señalado que no hay analfabetismo, pero hay una paupérrima comprensión lectora. En nuestro país hay más celulares que habitantes, depende del censo eso sí. Tenemos fibra óptica que se parece al bloqueador solar, prometen 100, pero sólo es efectivo hasta el factor 50, en el factor de los “Gb” por supuesto.
Con ello, nadie habla de la brecha y analfabetismo digital, una de las desigualdades más transversales en el ámbito de la educación y ahora también en el “teletrabajo”. No ha distinguido edades ni regiones, ni estratos…pero como siempre, se denota fuertemente en ciertos territorios, ya que seguimos teniendo una desigualdad sistémica y multifactorial.
Incluso, desde un enfoque de derecho, qué nivel de acceso a la información y al conocimiento (y al aprendizaje de calidad finalmente) tienen nuestros NNA y jóvenes del sistema escolar y de educación superior. Qué habilidades y competencias han desarrollado los y las docentes para seguir favoreciendo su rol de facilitadores y no de meros repetidores, nosotros los profesores y ´profesoras, también de filosofía, qué sabíamos de educación digital, online o a distancia.
Cuántas personas han subido a sus techos para una mejor señal o han salido a las veredas o patios para concentrarse y estar en ese silencio exigido.
La hospitalidad digital es un concepto que propone una relación entre los términos de brecha y analfabetismo digitales, para luego proponer una reflexión en torno a la necesidad que tiene el siglo XXI de una educación mediada por tecnologías digitales, desde un enfoque de derechos humanos y con la intención de posibilitar aprendizajes significativos y con sentido. Sólo que ahora se nos vino esto encima y sin aviso.
He definido la hospitalidad digital como aquella disposición del ser humano para comprender y hacerse cargo de una era digital que denota el amplio desarrollo de la sociedad del conocimiento y la información que a nuestra generación le ha tocado experimentar. Esta comprensión debe darse, al menos, desde una reflexión ética y desde una actitud respetuosa de la diversidad. Respondiendo a las brechas digitales que son territoriales, económicas, generacionales o etarias y, ahora, sanitarias.
En todo este contexto y adversidad, nace Filopóiesis, como una respuesta más a los desafíos estructurales de aquellas desigualdades, donde un grupo de escritores, escritoras, poetas, artistas y filósofos y filósofas, ha buscado desde la palabra, el sonido y la imagen, desvelar lo que ha ocultado el confinamiento, lo que no ha contagiado el corona, porque simplemente siempre ha estado inmune a toda vacuna política, pero no a una respuesta poética, resistente y reflexiva de la sociedad y sus pueblos. Así presentamos a Filopóiesis, como filosofía, poesía y más…mucho más.
Columna publicada en https://www.lemondediplomatique.cl/hospitalidad-digital-como-respuesta-a-la-pandemia-y-su-confinamiento-como-nace.html
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