Walescka Pino-Ojeda
The University of Auckland
La obra poética de Rosabetty Muñoz se inaugura formalmente con la publicación en 1981 de Canto de una oveja del rebaño, contando hasta la fecha con 13 volúmenes adicionales, incluida la antología Polvo de huesos (2012), que recoge además trabajos inéditos. Si bien la fundación de este lenguaje poético ocurre en medio de la socialización traumatizante creada por el régimen dictatorial, dado el ambiente de resistencia cultural en el que esta poesía surge, se trata de un lenguaje urdido sobre todo desde la colaboración y la complicidad con la tarea ética compartida con otros procesos creativos de entonces: la música, el teatro, la pintura, la ensayística. Todo ello desde la condición de estar situados en la provincia, y en el caso concreto de Rosabetty, del hecho de ser mujer, y chilota. Detallo estos aspectos socio-histórico-culturales y biográficos pues es en la cristalización de todos ellos que se explica su poética.
En sus 40 años de carrera literaria, la poesía de Rosabetty Muñoz ha construido un lenguaje propio desde el cual leer y comprender aspectos neurálgicos del proceso social, cultural, memorial, afectivo -tanto colectivo como íntimo- que ha vivido Chile, todo ello, no obstante, asentada en la propia tradición literaria chilena. En tal sentido, el registro poético de Mistral representa en Chile (y en la poesía de habla castellana en general) un legado inamovible sobre el cual sólo se puede elaborar, expandir, pero difícilmente disentir. Varios son los aspectos que la poética de Rosabetty Muñoz comparte con aquélla de Mistral: la ruralidad/provincialidad; el lugar socio-económicamente descentrado de la voz poética parlante; un acercamiento mítico-religioso hacia lo identitario ancestral y contingente. No obstante lo anterior, todos estos ámbitos son tratados desde una propia poética sobre la subjetividad de lo femenino, embebida por cierto de la liberación lingüístico-ideológica propiciada por la filosofía feminista de los últimos 60 años. Pero armada, además, desde el imaginario ético legado por la sabiduría ancestral chilota. De este modo, estamos frente a una poesía traspasada por la memoria cultural e histórica, en la que el pasado remoto recupera su total pertinencia para evaluar el presente, e imaginar un futuro posible.
Asimilado ya el lenguaje genésico de Neruda, en la poética de Rosabetty Muñoz el cuerpo/subjetividad femeninas se re-fundan desde lo visceral-erótico-macabro-amatorio-maternal (y no necesariamente en dicho orden) para gestar una visión magnificente que así como arranca de lo mínimo e íntimo/interno, lo hace también desde la trivialidad de lo cotidiano:
La geografía de mis vísceras
a tu disposición
tripulante amado.
Para que vayas bordeando los puertos
de las gastadas tripas
donde almaceno residuos de vidas anteriores.
(Hijos, “Travesía” 14)
Esta otra que me habita
acalla su placer en el trajín.
Se cierran orificios.
Tapiados los accesos,
el molusco de salobre ardor
cae extendido sobre el piso.
Aún capaz de perlar sus excesos
gotea
con brillo intermitente.
(Sombras en el Rosselot, “Otra”)
Y es desde lo recóndito corpóreo femenino que se ensaya a su vez una relación con lo masculino y lo patriarcal:
Conocerás a tu padre.
Es un callejón de casas altas
y ventanas oscuras.
De éstas que hay en las islas.
En la última ventana, una luz.
Y uno recorre toda la calle
y todas las piezas
buscando esa luz. (Hijos, “Tranqui”)
Los hombres dicen que el gran universo
prendido en la noche
es lo único más grande que ellos.
(En lugar de morir)
Ay del cuerpo abierto en canal
despojado de su niño
en operación de urgencia
(sobre la mesa de la cocina).
Ay de la que se entierra un palillo
o un tallo de apio o una rama de espino.
Ay de la que se toma una taza de cloro.
(En nombre de ninguna “Boca de río”)
Y ésta es la Bernarda. Ella leyó en el diario una noticia
sobre el asunto de las guaguas en basureros públicos
y se le contrajo de golpe el vientre vacío.
(En nombre de ninguna)
En esta última instancia, la poesía de Rosabetty Muñoz se vuelve denuncia al evidenciar el cuerpo/subjetividad de la mujer sometidos al cuerpo político-institucional. De este modo, si bien la relación con lo masculino se observa con un dejo de comprensión y/o resignación frente a una otredad insondable, las instituciones patriarcales son las que por cierto han vuelto insistentemente el espacio de lo femenino en el reducto de lo menor, de la normalización del abuso, pero también en escenario en donde la mujer es la perpetradora latente de un crimen. Lo “femenino” es así el epicentro mismo desde donde doblegar el ser íntimo (el vientre, el cuerpo, el afecto, el saber), y la voluntad -su ser político/ciudadano- todo mediante la cruel marca de la culpa y la indignidad, y la forzada alienación de la ética propia que sostiene al cuerpo/yo/subjetividad. Considero éste uno de los aportes más importantes que la obra de Rosabetty Muñoz ofrece al desarrollo de la literatura chilena de las últimas décadas, a saber: el tratamiento de la subjetividad femenina desde una frontera raramente literalizada, imaginada, sentida, para apreciar una precariedad que deriva exclusivamente de la capacidad de procrear. En esta auguriosa/defectuosa disyuntiva se juega la realidad femenina. Este acercamiento poético revela por cierto la íntima relación y co-dependencia entre la supuesta individualidad/privacidad de “lo femenino” y su réplica en lo apolítico; los modos en que la sociedad chilena mal-ordena, trivializa, descuida y subestima la relación con su propia interioridad, con los paradigmas éticos de sus instituciones, y la manera en que concibe la convivencia inter-personal. Ambos regímenea están en crisis, como lo atestiguan los femicidios, y la violencia de género que se ha ido normalizando en nuestra sociedad ante la incapacidad, o falta de voluntad para legislar adecuadamente frente a ello. O por no darle mayor preeminencia a los discursos creativos-educativos que trabajan para revelar dichos ámbitos, y denunciar sus atrofias, y de allí contribuir a una sanación posible. En otras palabras, el clásico dictum feminista “lo privado es también público” exhibe su actualidad al confirmarse que el descuido o ignorancia primordial de los espacios femeninos (y que incluye por cierto a la niñez), constituyen un abandono ético que redunda –necesariamente- en la calamidad social que experimenta hoy en día la sociedad chilena.
La ruralidad/provincialidad antes referidas son abordadas desde esta perspectiva femenina, descentrada y de abandono la que, en la poesía de Rosabetty Muñoz adquiere un doble sentido: por un lado se trata de una insularidad ontológica:
Lo que amamos se deshace
en noches vacías como domingos.
Nada hay que pueda llenarnos el corazón.
Nada.
(En lugar de morir)
No esperen una postal amable
deste pueblo de mierda.
Aparte del mar encabritado
además de las ratas
devorándose entre ellas,
aún después de los cadáveres
el asunto huele a esencias engañosas.
Para estar aquí
hace falta estar vencido. (Ratada)
Por otro, el descentramiento geográfico – y cuyo punto de mira ocurre desde la Isla Grande de Chiloé- sirve para exponer el sostenido incremento de la precarización de lo humano y lo social, desde sus diversas colonizaciones, contaminaciones, y apropiaciones: del territorio, de los recursos, los saberes, los afectos, lo íntimo; sinécdoque por cierto de los propios procesos de despojo vividos a nivel nacional. La poesía de Rosabetty traza este recorrido desde el arribo del autoritarismo y su praxis represiva, hasta la actual omnipresencia y potencia de la lógica instrumental, cortoplacista y deshumanizante expuesta en el modelo neoliberal.
Éramos los elegidos
la gran familia del pan inagotable
que cantaban a voz en cuello los profetas.
….
Todo lo hemos perdido
La primera visión, el dolor con dignidad
La mirada complacida de los dioses.
….
Dónde se fueron
los que podían guiarnos en la noche?
Dónde los hermanos.
(En lugar de morir)
El primero irreconocible
ha fundado un linaje
acurrucado en mí.
Se suceden los desembarcos.
Las áreas de reserva disminuyen.
(Baile de señoritas)
La tan manida dualidad entre tradición y modernidad, o regionalismo y cosmopolitismo, la cual marcó el curso de las letras latinoamericanas en los últimos 150 años –debate que, por lo demás, replicó a aquél sostenido por legisladores, economistas y mercaderes- en tiempos actuales ha perdido solvencia. La globalización y la apertura de mercados han vuelto conquistables y colonizables tanto los ámbitos físicos como metafísicos, los inmediatos y aquellos más remotos. En este nuevo paradigma, la provincia comparte con la metrópolis un similar desapego con lo natural y lo humano, una misma forma de orfandad y alienación. Tal es la lectura que la poesía de Rosabetty Muñoz potencia, una en que desde una subjetividad femenina relegada y maltratada se abre la posibilidad de apreciar la cavidad del cuerpo social también herido, privado de contacto con su propia interioridad, enajenado de sí mismo. Evidenciar desde el lenguaje poético esta insularidad ontológica me parece un aporte sustancial para acercarnos a la realidad y a los desafíos que enfrenta nuestro país (y el mundo) en su posible re-composición humana, social, y natural.
Primero fue una trizadura
en el mundo conocido.
Y luego, el hueso expuesto
la sangre detenida,
cadáveres sosteniendo
pocillos de cloro
en el hueco de la mano.
Todavía despierto
agarrada la cabeza
el ojo hermético.
La palabra dispuesta a retener
este mundo en descalabro.
(“Se triza el mundo conocido” Ratada)
Foto enviada por Rosabetty Muñoz
Comments