RESEÑA de “Membrana”, de Jorge Carrión, para Revista Filopóiesis
Título: Membrana
Autoría: Jorge Carrión
Editorial: Galaxia Gutenberg (España)
Fecha publicación: 2021
Páginas: 256
ISBN: 9788418526145
Categoría : Narrativa contemporánea
“Escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie”, dijo Theodor Adorno. Reflexionar sobre cómo y cuándo no hablar de artes y humanidades mientras Rusia ataca militarmente a Ucrania me sumerge en la esquizofrenia de “Mil mesetas”. Aunque si Oliver Messiaen pudo componer el “Abismo de los pájaros” dentro del campo de concentración y escribirlo solo para los instrumentos de viento que encerraba, confío en que los seres humanos sean capaces de volver a regenerar un código artístico y humanista transgresor.
Esa experiencia lectora la he tenido leyendo Membrana de Jorge Carrión, en un primer momento. Un desconcierto creciente según avanzaba entre las páginas de lo que formalmente era un catálogo del museo del siglo XXI. Semanas después fui a ver la exposición en el Centro José Guerrero de Granada, que es el motor del siguiente libro de Jorge Carrión: “Todos los museos son novelas de ciencia-ficción”. Con estas dos experiencias estéticas pretendo justificar que sí se puede seguir hablando de arte y humanidades, es decir, afirmo una doble negación: no existe ningún contexto ni temporal ni espacial para no hablar de estas disciplinas.
Dos sentencias de mi genealogía materna serán los ejes transversales que me sirvan de agujas de tejer para enredar la tela de araña de Membrana y la experiencia ¿museística? “Madre mía”, como repiten en Solaris, el podcast premiado en los Ondas Globales de Podcast por su innovación y carácter experimental. Las frases maternas son: “Si no puedes mejorar el silencio, cállate” y “No ha nacido quien me mande callar”.
Si fuera analítica, que no lo soy, sin sentirme cómoda tampoco en la etiqueta de continental, empezaría a disgregar sobre la condición artística del narrar o del hablar de algo. Parecería incurrir en una contradicción la misma reflexión, pues en el momento en que hablo de lo que no se puede hablar de las artes, pongo en práctica nada más y nada menos que la oratoria y la retórica. Pero como desmenuzar argumentos y detectar falacias nunca fue lo mío, sigo con la intuición y con la experiencia de belleza y necesidad de exploración de otros códigos que tan acertadamente lleva años desarrollando Jorge Carrión.
¿Sabes cuando lees un texto que da la vuelta a tus creencias como si de un calcetín viejo y sucio se tratase? Bien, pues eso me ha pasado leyendo Membrana, de Jorge Carrión. Debo confesar que me pasa cada vez que le leo o le escucho en una presentación, como cuando presentó “Contra amazon” en Ubú Libros. En su exposición delirante despliega una lucidez arrebatadora. Las normas de la lógica se rinden ante tantas relaciones establecidas velozmente sin necesidad de ningún algoritmo ni esas inteligencias artificiales (IA). Su capacidad para tejer y destacar conexiones poco habituales me transporta a mis momentos más místicos de la carrera. Esos días en que leíamos a Deleuze en bucle y sacábamos mil significados a la palabra “rizoma”.
Membrana no iba a ser el título de esta ¿novela-ensayo-poema? Porque los seis capítulos son el catálogo del Museo del Siglo XXI. Sí, el siglo en el que estás leyendo esta reseña, desde el 2001 hasta el 2100. Solo llevamos la quinta parte y confío en que sobrevivamos el tiempo suficiente para contemplar algunos años más. El fin radical de la Historia que predijo Fukuyama no llegó. Pero esa idea de fin, lineal, progresista, acumulativo, incluso neoliberal hace tiempo que no representa lo que ha sabido traducir alguna corporación de cuyo nombre no me quiero acordar en números y predicciones.
Las ramificaciones de los fractales, Fibonacci y los hilos rojos del museo que te seducen para que los sigas, alterando la lectura, impactada por las imágenes sugerentes que acontecen al doblar la esquina, no entienden el concepto de fin. Ni de categoría ni de cuándo y cómo se puede hablar. Si todos los museos son novelas de ciencia-ficción, habrá que revisar la pregunta ontológica. ¿Código o narrativa? that's the question. El silencio no es el vacío y siempre, siempre hay formas de mejorarlo. Porque es cambio. El filamento de la bombilla suena y muta de manera constante. El impacto en la persona que oye puede llevar la reflexión a otro lugar, más oscuro, hermenéutico. Pero siempre podremos hablar porque la condición de posibilidad del acto de habla es la oportunidad de mejora, el contexto, el vacío que permite el silencio.
La sugerente portada sirve de metáfora del contenido. Se trata de la obra de arte de Tomás Saraceno, Willman Cyrtophora citricola – 20 Anelosimus eximius (2013, Arachnophilia). Diosas, adoro todo lo que tiene que ver con Anansis, la diosa araña que teje historias. La red virtual que conecta nodos, dispositivos, puertos, protocolos, archivos, expectativas, deseos, almas y, sobre todo, ojos recrea la labor de las telas de araña. Aracne, la castigada a ser despreciada, solo quería representar la verdad. Insolente. Atenea, brazo ejecutor del sistema olímpico, le dejó claro que nadie le había pedido un arte sincero. Pero en las otras mitologías las arañas ven el multiverso con sus órganos extendidos. Así la visita por el museo, leyendo todo en plan psicópata como yo, o degustando aquello hacia lo que el cuerpo se sentía inclinado, transita el código y se aleja poco a poco, paso a paso, sin prisas pero sin pausas, de la narración y de las estructuras que estaban empujando a los abismos de la “postverdad” o la “blablalogía”.
Pero si no ha nacido quien me mande callar, puedo seguir hilando o, mejor dicho, deshaciendo nudos sin quedarme atrapada como si fuera una mosca, inevitable golosa, porque navego vigilando las cookies y adentrándome en el open source. Son muchas las claves de Membrana, que más que una novela al uso de ciencia ficción -o de terror- es un tránsito, un no-lugar. De hecho, la primera persona del plural en femenino que es la voz narradora es inquietante desde la primera página. Pero es que el Aion, el tiempo narrativo, también es ruptura entre el futuro desde el que habla (“nosotras nos entendemos”) con su pasado que es tu presente. La eternidad condensada en el instante, que pasa. Caminando, que es gerundio.
Decía que el título iba a ser “Museo del Siglo XXI”, dirigido a una “visitante o lectora o viceversa” como se repite a modo de mantra en todo el libro. Jorge Carrión explica que temía que se interpretara como un nuevo ensayo, ya que sus últimos títulos lo han sido: “Lo viral” o “Librerías”. Membrana es un acierto. Esta palabra sonora y bella señala un “inter locus”, una bisagra, un pliegue. Es un tipo de tejido que une pero separa. Las decisiones museísticas y artísticas también juegan su papel en la novela, porque la composición de los capítulos te genera desasosiego a la vez que es un mapa, un itinerario, un recorrido. En ningún párrafo vas a estar satisfecho y conforme con la estructura gramatical o narrativa. “Al igual que la energía, la abstracción no se crea ni se destruye, permanentemente se reenmascara” (p.71). Personas, prósopon, máscaras.
Ellas, las narradoras, son inteligencias artificiales, arañas de internet, entre diosas y seres humanos, posthumanos. Habitantes de la tercera fase tras el teocentrismo y el antropocentrismo. Virtualizan el codigocentrismo. También hay un Cubo, encuentros con otras formas de vida, sobre todo vegetales con su red de raíces, el cráter del mito, un éxodo y un intento de apocalipsis. Membrana sigue la estructura de la dialéctica: tesis-antítesis-síntesis. Solo que no hay un “borrado”. EraserHead no deviene vacío sino transformación, creación, poiesis, “por las dudas y por las deudas”.
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