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María Angélica Hernández

RESEÑA. ETRURIA: EL LUGAR DE LO POSIBLE. ZULEMA RETAMAL

Reseña escrita por María Angélica Hernández M.


La Etruria que alguna vez conocimos, la narrada originalmente por los historiadores de la Antigüedad y repetida hasta el cansancio por los arqueólogos e historiadores de la Modernidad, ya no es ni podrá volver a ser jamás lo que creímos que era, al menos no tras leer este poemario que nos entrega Zulema Retamal quien, empujada por su inquietud de re-descubrir el valor de la utopía desde la mirada del presente, le abre las puertas al pasado a esa antigua región de la Italia Central a través de lo que podemos denominar una “arqueología poética” que ella construye pacientemente como una ensoñación, esa misma ensoñación que para Gastón Bachelard constituye uno de los más firmes pilares de la poesía.


En esta travesía que se inicia con una visión cosmogónica sobre la creación de Etruria, a semejanza del Génesis bíblico —“Cuando Dios dijo: / hágase la luz, /cruzó aquella inmensidad/ un rayo diáfano y celeste. /Era Etruria, ella sola”—, la poeta chilena comienza a reconstruir la historia de esa región, con una mirada que, renovada a la luz del empuje teórico contemporáneo, especialmente gracias a los aportes del feminismo, le abre la puerta a una dimensión poco conocida de ese pueblo, especialmente en lo que se refiere a los roles de género, al tiempo que contribuye a desarticular las prácticas discursivas que, durante siglos, se tejieron en torno a él desfigurándolo de muchos de sus aspectos esenciales.


En tal sentido, por ejemplo, la presencia de Mater Matuta con un niño en su regazo, al final de la primera parte del poemario, ofrece una poderosa fuerza simbólica y rectora debido a que, por un lado, en ella confluyen diversas deidades arcaicas femeninas , así como múltiples funciones en los cultos de la región, incluyendo la fertilidad, la maternidad y el alumbramiento, entre otros, todos aspectos de vital importancia en esa sociedad tal como lo atestigua el antiguo arte etrusco de los siglos IV y V a.C. donde las imágenes de madres amamantando a sus hijos eran frecuentes, a diferencia de los griegos y de otros pueblos de la región donde ese tema estaba ausente. De hecho, la dominante figura del pater familias en las sociedades griega y romana contribuyó a que autores de esas latitudes, como el griego Teopompo, se escandalizaran de que todos los etruscos, incluyendo las mujeres, estuviesen a cargo de la crianza de los niños porque en Grecia la responsabilidad era exclusiva del padre.


Este tipo de afirmaciones de los antiguos historiadores, así como los prejuicios opresivos heredados por la cultura patriarcal moderna, contribuyeron, en el campo de los estudios académicos de la antropología y de la arqueología hasta avanzado el siglo XX, a desvirtuar el rol de la mujer en Etruria, o a silenciar por completo su presencia en la sociedad. Sin embargo, como afirma Zulema Retamal en su poema “Dicen”, aquellos siglos de la Antigüedad fueron “omnipresentes en el paso de las mujeres” (v. 8), de lo que atestigua, también en el poemario, la vigorosa figura de la ninfa, arúspice, adivina y profeta Vegoia, quien “cabalga el relámpago/ que viaja con el ajuar de la muerte”, (“Así era”, vs. 11 y 12), versos que remiten a su capacidad de desmenuzar el significado profético de la caída de un rayo, entre sus muchas otras innumerables virtudes.


En el marco del florecimiento económico y cultural de Etruria, delineado por su expansión ultramar a través del comercio y por su innovador ímpetu civilizatorio en la construcción de las primeras ciudades europeas, Zulema Retamal también destaca la existencia de una equilibrada relación de géneros en esa sociedad, así como de una libertad sexual igualitaria, de lo que da cuenta el poema “Del kottabos”, referido al juego (cótabo) que se realizaba en los banquetes y simposios, y en los que participaban mujeres y hombres, a diferencia de Grecia y Roma donde tales actividades eran de exclusividad masculina y las únicas mujeres aceptadas eran artistas o hetaeras: “Hombres y mujeres por igual/ ímpetu y belleza desnudos en el juego” (vs. 1 y 2).


A diferencia de las romanas y griegas, las etruscas poseían roles equivalentes a los hombres en la sociedad y no estaban confinadas a la esfera privada del hogar. Participaban en actividades públicas como juegos y banquetes, muchas sabían leer, mantenían posesiones económicas, conservaban sus nombres personales, en lugar de los de sus padres o esposos, y lo pasaban a sus hijos y podían, públicamente, expresar y aceptar demostraciones de afecto de lo cual testimonia el arte etrusco donde las imágenes de parejas amantes son frecuentes, hecho este último que Zulema Retamal poetiza ampliamente en la última sección de su libro donde, además, subraya el valor estético otorgado al cuerpo, al que los etruscos cuidaban amorosamente y adornaban con piedras preciosas. En el poemario, el amor y el deseo fluyen como poderosas fuerzas culturales que rigen la vida de los tirrenos en esos milenios.


Tanto la autonomía e independencia de las mujeres, no solo entre aquellas de las clases más altas, así como una profunda pasión por el disfrute de la vida contribuyó a generar un cúmulo de sesgadas interpretaciones entre los historiadores respecto a los etruscos a quienes catalogaban de pueblo “bárbaro y lujurioso”, evidente hostilidad hacia una forma de vida diferente y, al mismo tiempo, justificación para subyugarlo a través de la colonización. En la voz de Zulema Retamal, en cambio, la historia de Etruria se transforma en la posibilidad de construir un presente, una utopía donde las diferencias de género se diluyen para darle paso a una sociedad más equitativa en todo sentido, similar a las muchas que poblaron el continente americano antes del arribo de los españoles. Por ello Etruria ahora es también el lugar de lo posible.



María Angélica Hernández Mardones

Periodista, poeta y doctora en Literatura, U. de Stanford EEUU

 

Imagen: Portada libro editado por Mago editores.


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