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SIN AMOR AL ARTE; LA MÚSICA EN ÉPOCA DE CRISIS

Actualmente tenemos mucha música sonando, como en ninguna otra época en la historia de la humanidad. Siempre hay una radio prendida, en las calles, un almacén, en un taxi, conciertos masivos, etc. Pero nunca habíamos estado tan alejados del valor que tiene la música para la vida, algo que puede resultar contradictorio a simple vista. Así eran las afirmaciones de Nicolas Harnoncourt, reconocido director de Orquesta y cellista (2006). Esto quizás se debe a que la sociedad, el mercado y medios de comunicación solo dejan el arte y la cultura, en la llamada “cultura del entretenimiento” como menciona el destacado compositor Leo Brouwer en sus innumerables entrevistas. Una música simplemente para pasar el rato, desechable, para amenizar una tarde, o una tertulia de pub. En fin, todas apuntan a la poca valoración de la música, este arte sensorial por excelencia que hoy no ocupa su lugar.

Sin embargo, desde el inicio del estallido social en Chile el pasado 18 de octubre del 2019, nos hemos enfrentado a diversos fenómenos que han ocurrido dentro del comportamiento social colectivo, de una sociedad que se manifiesta por medio de diversas expresiones, principalmente musicales y artísticas. Este fenómeno bien lo saben los antropólogos. Desde tiempos inmemoriales los canticos y rituales eran importantes para afianzar la confianza entre las tribus o para adorar a las deidades por medio de la música y las expresiones artísticas como la danza y el movimiento, así lo afirma Jauset (2013). Recientemente la socióloga, Trisa Rose, ha destacado el papel de los raperos negros en la creación de vínculos entre los jóvenes, en dar voz a un segmento de la sociedad donde los problemas suelen quedar silenciados, y esto lo podemos llevar a diversos movimientos socioculturales.

Por otro lado, diversas investigaciones afirman que la música nos proporciona un desarrollo cognitivo, emocional y creativo que está ampliamente demostrado por la ciencia. Así lo afirman Soria-Urios G, Duque P, García Moreno JM. Música y cerebro: fundamentos neurocientíficos y trastornos musicales (2011), en la Revista de Neurología de Valencia, señalando que la producción y percepción musical implican gran parte de nuestras capacidades cognitivas, involucrando áreas del córtex auditivo y del córtex motor.

Ahora bien. En todo el mundo, y, a propósito del Covid-19, podemos ver personas cantando en sus balcones, y artistas grabando conciertos en sus casas, compartiendo música para dar ánimo y fuerzas para aquellos que sufren, dando esta cohesión que son un discurso no se puede transmitir. Diversas canciones se toman las redes sociales y los noticieros transformándose en verdades himnos, cohesionando a la comunidad en torno a un mensaje de esperanza y unidad.

Todo lo anterior, no son más que las grandes afirmaciones de la ciencia y la historia, que han demostrado la importancia de la música no solo como apreciación estética, sino, su rol para el ser humano y la sociedad. Pese a todo esto seguimos sin darle la importancia que merece. Ni quiera una importancia estética (de enaltecer la propia belleza de la música), que pareciera una superficial plantearla, ante la utilidad social y de desarrollo de la música.

Llegará el tiempo de que la sociedad entienda de una vez, que el arte, y en este caso la música, no puede estar siempre en el postrero rincón de la sala de clases, o en el último cajón de la cocina, en el último madero de la sociedad, esta sociedad que está sin amor al arte, y usando esta sólo para su egoísmo, usándola y tirándola como algo desechable.

Pese a este maltrato, seguiremos viendo a la pobre música luchando, la veremos en la calle por los derechos, y en el balcón por la vida.

 


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