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CARTA DE SAMUEL BECKETT A AXEL KAUN, 9 DE JULIO DE 1937

Traducción: Javier Pavez*




9 de Julio de 1937

6 Clare Street

Dublin


Querido Axel Kaun,


Estoy muy agradecido por su carta. Estaba a punto de escribirle cuando la recibí. Luego tuve que irme de viaje como el masculino sello postal de Ringelnatz, aunque en circunstancias menos apasionadas[1].


Lo mejor será decirle de inmediato y sin más preámbulos que, a mi juicio, Ringelnatz no merece esfuerzo alguno. Probablemente al oírme decir esto no se sentirá más decepcionado que yo mismo al tener que determinarlo.


He leído los 3 volúmenes, seleccioné 23 poemas y traduje 2 de ellos como muestra[2]. Lo exiguo de necesidad que hayan perdido en el proceso es algo que, por supuesto, solo puede ser evaluado en relación con lo que han perdido en primer lugar, y me es preciso decir[3] que este coeficiente de deterioro me ha parecido bastante insignificante, incluso ahí donde es más poeta y menos compositor de rimas.


A partir de esto no cabría en absoluto deducir que un Ringelnatz traducido podría no encontrar interés o éxito entre el público de habla inglesa. A este respecto, empero, me considero totalmente incapaz de emitir un juicio, ya que las respuestas del pequeño y del gran público me resultan cada vez más misteriosas y, lo que es peor, cada vez menos significativas. Porque no puedo sustraerme de la ingenua antítesis según la cual, al menos en lo que concierne a la literatura, una cosa vale o no vale. Y si es absolutamente necesario ganar dinero, lo hacemos en otra parte.


No me cabe duda alguna que Ringelnatz, como persona, sea acreedor un interés bastante excepcional. Como poeta, sin embargo, parece haber sido de la opinión de Goethe: mejor escribir NADA que no escribir. Sin embargo, tal vez incluso el Geheimrat podría haber permitido que el traductor se sintiese indigno de tan alto kakoethes[4].


Si gustase profundizar en ello, estaría encantado de explicarle con más detalle el desdén que me produce la obsesión por los versos de Ringelnatz. Sin embargo, por el momento se lo ahorraré. Quizás le agraden las oraciones fúnebres tan poco como a mí.


Igualmente, tal vez podría indicarle los poemas que he seleccionado y enviarle las traducciones de muestra.


 


Siempre me es placentero recibir una carta suya. Por lo tanto, escríbame tan a menudo y tan extensamente como le sea posible. ¿Desea absolutamente que haga lo mismo para usted en inglés? ¿Le aburre leer mis cartas en alemán tanto como a mí escribirlas en inglés? Lamentaría profundamente que tuviese la sensación de que tal vez se trata de un contrato que no estoy cumpliendo. Le solicito una respuesta.


Cada vez me resulta más y más difícil, incluso carente de sentido, escribir en un inglés formal. Y cada vez más mi lengua se me parece un velo que hay que desfibrar para llegar a las cosas (o a la nada) que yacen detrás. ¡Gramática y estilo!, se han vuelto, me parece, tan irrelevantes como un traje de baño Biedermeier o como la imperturbabilidad de un caballero[5]. Máscaras. Es de esperar que llegue el momento, gracias a Dios ya ha llegado en determinados círculos, en que la lengua se utilice mejor ahí donde se le fuerce de manera más eficiente. Ya que no es posible descartarla de una vez, nos es preciso al menos no dejar de hacer nada que pueda contribuir a su descrédito. Horadar brecha tras brecha hasta que lo que se esconde detrás, sea algo o nada, se filtre a través. No podría imaginar una meta más alta para el/la escritor de hoy.


¿O acaso la literatura ha de ser la única que debe quedar atrás en ese vetusto y sucio camino que hace tiempo abandonaron la música y la pintura? ¿Hay algo paralizantemente sagrado contenido en la anti-naturaleza de la palabra que no pertenezca a los elementos de las otras artes? ¿Hay razón alguna para que esa materialidad aterradoramente arbitraria de la palabra-superficie no se disuelva, así como, por ejemplo, la superficie sonora de la Séptima Sinfonía de Beethoven es devorada por enormes pausas negras, de modo que durante largas páginas no podemos percibirla sino como un vertiginoso camino de sonidos que conectan insondables abismos de silencio[6]? Le solicito alguna respuesta.


Sé que hay personas, tan sensibles como inteligentes, para las que no hay falta de silencio. No puedo dejar de suponer que son rígidos en su escucha. Porque en el bosque de los símbolos que no son símbolos, los pájaros de la interpretación, que no es interpretación, nunca son silentes.


Por supuesto, de momento, hemos de conformarnos con poco. Al principio, solo se trata, de algún modo, de inventar un método para demostrar verbalmente esta despectiva actitud hacia la palabra por medio de la palabra. En esta disonancia entre el instrumento y el uso quizás se pueda percibir ya un susurro de la música final o del silencio que subyace a todo.


A mi modo de ver, la obra más reciente de Joyce nada tiene que ver con tal programa[7]. Parece ser, más bien, cuestión de una apoteosis de la palabra. A menos que Ascenso al Cielo y Descenso al Infierno sean una y la misma cosa. Cuán bello sería poder creer que de hecho fuera así. Por el momento, sin embargo, nos limitaremos a la intención.


Tal vez las Logografías de Gertrude Stein sean más próximas a lo que quiero decir. El tejido de la lengua se ha vuelto, al menos, poroso, aunque lamentablemente solo por accidente y, por decirlo así, como consecuencia de un procedimiento algo parecido a la técnica de Feininger[8]. La desdichada dama (¿aún vive?) sigue sin duda enamorada de su vehículo, aunque sea, sin embargo, tan solo como un matemático lo está de sus números; para él la solución de un problema solo tiene un interés muy secundario, sí, como la muerte de los números debe parecerle realmente espantosa. Poner este método en relación con el de Joyce, como está de moda, me parece tan ridículo como la tentativa, aún desconocida para mí, de comparar el Nominalismo (en el sentido de los escolásticos) con el Realismo[9]. En el camino hacia esta, para mí, muy deseable literatura de la no-palabra, alguna forma de ironía nominalista puede ser, por supuesto, una fase necesaria. Sin embargo, no es suficiente que el juego pierda algo de su sagrada solemnidad. ¡Que cese totalmente! Habríamos de actuar como aquel matemático loco que aplicaba un nuevo principio de medida en cada uno de los pasos de su cálculo. Tormenta de palabras en nombre de la belleza.


En tanto, nada hago en absoluto. Sólo de vez en cuando me consiento el consuelo, como ahora, de que se me permita forzar una lengua extranjera tan involuntariamente como, con pleno conocimiento e intención, quisiera hacerlo contra mi propia lengua, y como -Deo juvante- lo haré[10].


Cordialmente suyo,


¿Le devuelvo los volúmenes de Ringelnatz?

¿Existe alguna traducción al inglés de Trakl[11]?


 

* Mi inclinación –diría mi disposición a responder a la buena fortuna, a la ocasión de cierta lectura en curso– por esta carta que atañe a las letras, la traducción y la lengua, proviene de una cita transpuesta en dos lugares. La carta de Samuel Beckett a Axel Kaun, fechada en julio de 1937, es referida por Anne Carson tanto en un verso de “the task of the translator of Antigone” (en Antigonick. (Sophocles). Trad. Anne Carson. A New Directions Book, 2015, pp. 5), como en el prefacio a su traducción de “Hekabe” (en Grief Lessons. Four Plays by Euripides. A New Translation by Anne Carson. New York: New York Review of Books, 2006, pp. 93-94).

He intentado traducir el texto –más por divertimento que en conformidad a fines académicos– a partir de la versión en inglés disponible en Martha Dow Fehsenfeld & Lois More Overbeck (Eds.), The Letters of Samuel Beckett. Volume I: 1929-1940 (Cambridge: Cambridge University Press, 2009), pp., 516-521.


 

[1] Samuel Beckett evoca el poema de Ringelnatz “Ein mannlicher Briefinark erlebt” (Hans Botticher y Richard J.M. Seewald, eds., Die Schnupftabaksdose: Stumpftinn in Versen und Bildem [Munich: R. Piper, 1912], p. 4. Véase el texto y la traducción de Ernest A. Seemann, www.beilharz.com/poetas/ringelnatz/, 25 de mayo de 2006). El poema personifica a un sello postal masculino que experimentó excitación al ser lamido por una princesa y que deseaba corresponder al beso, pero tenía que irse de viaje, por lo que su amor era infructuoso. [2] El editor de Ringelnatz, Rowohlt, para el que Kaun trabajaba, le había enviado a Samuel Beckett tres volúmenes de poemas, pero no está claro de qué libros se trata, ni qué dos poemas fueron traducidos por Beckett. En su carta a Arland Ussher, del 15 de junio de 1937, cita “Die Ameisen”. [3] Samuel Beckett escribió “<will Ihnen nicht verleugnen>” y luego insertó “muss” en lugar de “will” y también añadió “-en” (la terminación de infinitivo en alemán) sin añadir una raíz verbal. Para tener una frase traducible, hemos insertado (como hizo Esslin) la raíz verbal de “to say”, “decir”, para hacer “sagen”. [4] Samuel Beckett cita la frase final de Goethe del primer capítulo de Die Wahlverwandtschaften, en Die Leiden des jungen Werthers, Die Wahlverwandtschaften, Kleine Prosa, Epen, ed. Waltraud Wietholter y Christoph Brecht, en Sämtliche Werke, VIII, ed. Friedmar Apel, Henrik Bines y Dieter Borchmeyer (Frankfurt: Deutscher Klassiker Verlag, 1994), p. 278; Johann Wolfgang Goethe, Elective Affinities, tr. David Constantine, The World’s Classics (Oxford: Oxford University Press, 1994), p. 9. “Geheimrat” (Consejero privado), en referencia a Goethe. “Kakoethes” (en griego, maldad, malignidad); en la “Serena I” de Samuel Beckett: “o, como se dice, propensión al mal” (véase carta del 8 de octubre de 1932). [5] Influenciado por el estilo del Imperio francés, el término “Biedermeier” (1815-1848) suele ser aplicado al mobiliario y la moda de la burguesía alemana. Más tarde, adquirió una connotación despectiva de estrechez de mente. [6] Sinfonía n° 7 en La mayor de Beethoven, opus 92. [7] La obra de Joyce, publicada ya en fragmentos, se publicó íntegramente como Finnegans Wake en 1939. [8] “Logografía” no es un término utilizado por la escritora estadounidense Gertrude Stein (1874-1946), aunque su escritura enfatizaba el sonido y el ritmo por sobre el sentido, que Samuel Beckett compara con la técnica cubista de Lyonel Feininger, técnica que superponía planos prismáticos de color. Samuel Beckett le escribió a Mary Manning Howe el 11 de julio de 1937: “Voy a comenzar una Liga de Logoclastas [...] Por el momento soy el único miembro. La idea es la ruptura de la escritura, para que el vacío sobresalga, como una hernia” [9] La tradición filosófica conocida como Realismo sostiene que palabras como “verdad”, “belleza” y “justicia” son conceptos que son generales o universales, pero también que nombran entidades extramentales, realmente existentes. El nominalismo sostiene que estas palabras son meramente nombres (lat., nomen) para los que no hay entidades correspondientes. Se ofrece un resumen de la controversia medieval en Frederick Copleston, A History of Philosophy, II (Westminster, MD: The Newman Press, 1955), pp. 136-155. [10]Deo Juvante” (con la ayuda de Dios). [11] La obra del poeta austriaco Georg Trakl (1887-1914) aún no había sido traducida al inglés en 1937.


 

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