Escrito por José Alberto de la Fuente
Introducción:
El propósito de este intercambio de lecturas sobre la novela Un hombre, unos ojos negros y una perra lanuda (1935) de Nicomedes Guzmán (1914-1964) es aportar algunas perspectivas para (re)situar, comprender, valorar e interpretar un relato que estuvo perdido por casi un siglo.
Todo en apariencia ha cambiado, los lectores de ayer, los enfoques críticos de su vuelo narrativo, los sensores del ambiente cultural y político ya no son los mismos, pero esas aguas turbias que han corrido por debajo de los puentes de la historia, no han cambiado sustantivamente los límites y expectativas de la sociedad mercantil. La dinámica de la sociedad chilena en la mirada del escritor, en la década del veinte del siglo XX, nos entrega el movimiento proceloso de una época paupérrima, egoísta, conservadora y sorda ante el clamor de los hombres y mujeres trabajadoras. El avance de la tecnología y la negación de un lenguaje que asuma la vida en todos sus afanes y contradicciones, hace que la indiferencia, la frivolidad y la negación de los despojados y marginados de los bienes de todos, no permitan entender que la ternura es el fundamento de la verdad. Así la entendía Nicomedes Guzmán y por eso su narrativa y poesía es un clamor que va más allá de lo visible y pedestre en las sociedades de clases.
Esta lectura no pretende ser un trabajo académico a la usanza del “papers” que funciona en las revistas de las elites universitarias. Tampoco pretende validar o invalidar hipótesis y llegar a resultados confirmados por la aplicación de teorías literarias. Leer en otro tiempo, distante de la originalidad intelectual y situados en lugares de enunciación tan diversos a la de un autor como el que firma Un Hombre, unos ojos negros y una perra lanuda, me inclina a entregar a lectores y lectoras, especialmente jóvenes, algunos elementos para discutirlos y validarlos en la medida que sirvan para leer esta novela en el horizonte actual, inmersa en la narrativa del realismo social proletario de vanguardia de la llamada Generación del '38, sin perder de vista los imperativos de una narrativa en ciernes y qué de ella no ha sido corroído por las cegueras de una modernidad que se niega a ver la cuestión socio-existencial de los pobres del mundo. Mi incursión es ensayística porque permite seleccionar en mi caja de herramientas aquellas que faciliten la comprensión y el intercambio de ideas sobre el tinglado que estructura este relato. No es cualquier realismo. Es el que está acotado en el concepto de Realismo social proletario de vanguardia, distante de la sensibilidad pequeñoburguesa y del modernismo. Cuando se revisa la historia de la literatura de vanguardia, no se hace mención a la categoría social de escritores proletarios, asimilándolos a las elites sin reparar en diferencias de lenguaje y visiones de mundo.
Algunos antecedentes de contexto
Deberíamos comenzar peguntándonos qué es y no es Un hombre, unos ojos negros y una perra lanuda. Partimos aceptando el supuesto que es una novela más auténtica que original. Su trama está implícita en sus obras más conocidas: La sangre y la esperanza (1943), Los hombres oscuros (1939) y La luz viene del mar (1951). Lucía Vásquez de Mederos, nieta de Nicomedes Guzmán, concluye en sus tesis doctoral[1] que en la obra de su abuelo se asume una responsabilidad ética, habla por un segmento de la sociedad que está silenciada y nada la vincula a la caricatura de ser “ideológica, socialista, marxista”. Se pregunta si fue o no una obra comprometida; si estuvo o no enmarcada en el realismo social. Concluye que es una narrativa sociológica, testimonio de una realidad histórica, con intención transformadora y superación de las desigualdades en el marco de la tendencia criollista. No podemos omitir que el realismo estético predominante en el siglo XIX y hasta la década de los setenta del siglo XX, se constituyó en una especie de renacimiento, de la relevancia del humanismo y de la reivindicación democrática basada en una ética para el discernimiento de los procesos de liberación, removiendo las aguas del pasado avasallado por el colonialismo y el empuje teórico de las ciencias sociales que contribuyen a entender los fenómenos sociales y políticos. Nada de esto es ajeno en América Latina, a Nicomedes Guzmán, a los escritores y artistas de la época. Los escritores no se conforman con un realismo neutro, sino aquel que está justificado en la superación de la miseria y en los sueños de los marginados, en sus aspiraciones políticas, en la lucha sindical y en el denuedo por vencer las contingencias de la sobrevivencia cotidiana. No hablan para un segmento y no asumen lo ideológico, socialista y marxista como una caricatura, sino por el contrario, la madurez de la consciencia popular clama al conjunto de la sociedad y se abre a la evolución de las ideas por terminar con la sociedad de clases y el cinismo de los patrones conservadores. Debemos cuidarnos no caer en la trampa de los mitos de justificación. El ejercicio de la libertad individual de decisión, no está restringida a la militancia de un partido político y menos a la renuncia crítica de interpretaciones ideológicas.
¿Por qué Nicomedes Guzmán decidió no publicar Un hombre, unos ojos negros y una perra lanuda? Hay antecedentes que a algunos los pueden conformar y que a otros resultan insuficientes ¿Interesa esta respuesta para abarcar un mayor abanico de sospechas que coadyuven a la comprensión de la novela? Estamos frente a un ejercicio narrativo experimental, ante un proceso de novela de formación, un anticipo. Para Mijail Bajtin la literatura es una forma de expresión de discursos prelocalizados, cuya enunciación es una construcción de ideas, valores, pensamientos, creencias, anhelos, comportamientos personales, actividades jurídicas, opciones morales, exclamaciones de júbilo y de tristeza. Por eso es tan enfático y claro al decir que en la literatura no hay filosofía, sino filosofar; no hay conocimiento, sino cognición. Es la consciencia de un creador que vive inserto en la sociedad, en la coyuntura, en el día a día de la precariedad.
En la solapa de la edición de DIBAM de Chile de 2023, basada en el texto original mecanografiado de 1935, se dice que “esta novela inédita se edita por primera vez y viene a cambiar el panorama respecto de Nicomedes Guzmán”. En primera instancia, esta afirmación, se refiere a la obra, al autor y a uno de sus protagonistas vinculado a una perra y a unos ojos que después sabremos que esos ojos pertenecen a una mujer joven, trabajadora, pobre, nacida en un hogar donde predomina el machismo y el silenciamiento de las mujeres. En el planeamiento del relato hay dos excursos iniciales: una dedicatoria del autor a su padre, que lo trata como “mi buen camarada”, pero en la página 43 aparece una especie de declaración de Demetrio Encina, diciendo que no ha pretendido hacer una obra literaria: ¿Qué narrador o qué autor habla aquí? Si fuera uno e indistintamente otro, entonces estaríamos ante una novela biográfica, desdoblada en vacilaciones de identidad, sugiriendo diversidad de personajes (que son simultáneamente uno, ninguno y todos a la vez engendrados en ese mismo uno) como ocurre con la sorpresa del escritor portugués Fernando Pessoa como Bernardo Soares, en su obra Libro del desasosiego (1982), quien falleció el mismo año en que Nicomedes Guzmán concluyó de mecanografiar su novela. El último fragmento del libro de Pessoa o de Soares, se firmó en 1934. Este mismo año apareció el único libro que escribió en vida titulado Mensagem.
Ya volveremos más adelante, en el punto donde abordo el planeamiento y construcción de la novela, sobre este interesante aspecto de la configuración de los personajes, entre dos escritores que son diametralmente opuestos por su sensibilidad social, política y existencial. Tampoco la intención de este trabajo es hacer una lectura comparada de personalidades y estilos, solo recoger algunos atisbos de coincidencia en mis primeras observaciones.
En la solapa del texto publicado por DIBAM, además, escuchamos la siguiente confesión político-criminal: “Demetrio Encina, perseguido político de la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo, deja a un joven Nicomedes Guzmán en la pensión Los Obreros, un manuscrito con sus memorias de vida. Luego de ser detenido sin conocerse más rastros de él, Nicomedes se anima a transcribir las memorias de Encina confeccionándolas a mano en 1937, una hermosa maqueta que decide nunca publicar y que declara quemada” ¿Un hombre, unos ojos negros y una perra lanuda es la primera versión de Los hombres oscuros y el material in extenso de La sangre y la esperanza, como ejercicio narrativo del muchacho Nicomedes, con el visto bueno de sus amigos y consejeros? ¿Después, quién lo convenció de que no la publicara y que él finalmente no quemó? Y concluye la confesión de solapa con lo siguiente: “Demetrio Encina describe en sus memorias la vida como albergado en la capital chilena luego de ser desplazado junto a miles de trabajadores de la industria del salitre en el norte chileno a fines de la década de 1920. […] Demetrio recibirá el peso de la injusticia, luchando por el derecho a trabajar y a vivir en una habitación digna”. A priori, podríamos afirmar que estamos ante un enigma policial o ante un estado de literatura alucinada, donde el protagonista es el autor de una obra que tampoco él escribió. El hecho de poner un texto como el confrontado en la edición príncipe de una obra donde el autor trabajó con denuedo e intensidad, cambia el horizonte de expectativas de los lectores y abre muy diversas conjeturas sobre las técnicas narrativas dominantes dentro de una tendencia. En la solapa derecha, se refrenda lo dicho. Se confirma que “la gestión cultural como gestor, compilador y director editorial, le han valido un reconocimiento histórico en la cultura del país. Sus libros han sido un aporte pedagógico para el reconocimiento de una identidad popular…”.
En octubre de 2023 sostuve un intercambio epistolar con Luciano Leal Hernáez, quien está vinculado a la fundación del autor y es uno de los jóvenes promotores de su obra; incluso más, podría afirmar que es un rescatista de su acción estética para renovar su vigencia, además de haber escrito una tesis[2] sobre la gestión cultural de Nicomedes Guzmán. Luciano tuvo la confianza de enviarme el texto mecanografiado, concluido en 1937, escaneado en 254 folios tamaño carta. Durante el trabajo de su tesis, Luciano y yo aún ignorábamos la existencia de Un hombre, unos negros y una perra lanuda. El texto no tiene enmiendas significativas hechas por el autor; las tachas manuscritas son de escasa importancia sin ninguna incidencia en la sintaxis, frases o párrafos.
El intercambio epistolar con Luciano se inició en sus tiempos de estudiante, se ha ido acrecentando con el tiempo hasta cultivar la amistad. En efecto, estas fueron nuestras impresiones después de la primera lectura del texto, mis solicitudes y la respuesta de Luciano:
Pregunta: ‒ “Hola estimado Luciano, te cuento que he concluido la lectura e iniciado el análisis del texto que me enviaste. He revisado lo que hay en red y la he confrontando con mi archivo. En general no he encontrado muchas novedades ni aportes sustantivos. Te anticipo que Un hombre, unos ojos negros y una perra lanuda es una protonovela que, probablemente, responde a un ejercicio de aprendizaje de alto vuelo en el horizonte de su proyecto escritural. Si Guzmán nació en 1914 y firma el original anillado (mecanografiado) que tú me pasaste en 1935, se infiere que decidió el texto mucho antes de los 21 años. Por su extensión, no podría haber demorado menos de 1 o 2 años en escribirla. Se podría suponer que comenzó a diseñar el relato antes de los 17 años o poco después. Está estructurado en tres partes, cuyos capítulos I y II corresponden a la vida juvenil del narrador en primera persona, el joven casi adolescente sumido en la pobreza y el vagabundaje. El capítulo III, con cambios de perspectivas narrativas interesantes donde hay otros ribetes del protagonista narrador Demetrio Encina, su vida amorosa con Inés y rudimentaria capacidad para expresar el amor. Aquí hay escenas extraordinarias, del más alto vuelo estético; podría adelantar que son emocionantes y entretenidas, propias de una obra maestra, en una línea parecida, una generación después, a lo que vendrá con Manuel Rojas en Hijo de ladrón (1951) y su tetralogía narrativa. A lo largo de sus motivos existenciales, predomina la irrealización existencial y la falta de horizontes para vencer la pobreza; la posibilidad de alcanzar la plenitud es muy esquiva. En principio, no me cabe duda que Los hombres oscuros es una especie de síntesis, con algunas variaciones, escrita cuatro o cinco años después basada fundamentalmente en los capítulos III y IV de Un hombre, unos ojos negros y una perra lanuda; del resto del texto, creo no equivocarme, Nicomedes aprovechó material para seguir trabajando y cerrar una parte de su proyecto en La Sangre y la esperanza ¿Presentía que iba a morir muy joven?”.
‒ “Me agradó muchísimo la lectura. Quiero que me confirmes o confíes algunas cosas. Por ejemplo: 1) Las fechas de sus ediciones. He revisado la información en línea y a veces hay errores. Por favor envíame todo lo que constituya fechas exactas y colaboraciones. 2) Me gustaría saber algo más sobre la escueta información que confirma Roberto González Loyola. Dice solamente ‒ "la novela nunca fue quemada, la guarda como fuente inagotable de inspiración para su literatura realista, social y proletaria" ‒ Este dato o testimonio, para un investigador que solo busca proteger al autor, es importante para la proyección hermenéutica del texto y dar a conocer las condiciones reales en que fue escrita ¿Cómo fue su hallazgo, en qué lugar estaba, por qué tanto tiempo estuvo "perdida", quién o quiénes la encontraron, en qué momento, fecha o circunstancia, etc. ¿Existe alguna noticia o comentario sobre qué otros colegas escritores (o amigos) de Nicomedes conocieron el texto, algún crítico? ¿el texto quedó guardado porque no consiguió editor o no tenía respaldo económico para editarla?, etc. 3) Desde el día en que la novela se lanzó el 4 de octubre de 2023 ¿Durante estos escasos días de circulación, la Fundación ha recogido comentarios críticos? Espero escribir un documento crítico lo más pronto posible. Ya estoy montado en la tarea. Excúsame por tanta ayuda que te pido. Espero contribuir a la vida y obra de Nicomedes y ojalá acopiar otras reflexiones para su reactualización, especialmente en el uso del lenguaje en la balanza de lo popular, culto y propio de la identidad chilena que tenía al roto y al proletariado como fuente de la riqueza espiritual del país”.
Esta es la respuesta de Luciano:
Respuesta ‒ “¡Profe!: qué alegría lo que me dice, me confirma que los esfuerzos han sido válidos, convencer a la familia fue lo más difícil ya que hoy se protegen mucho las decisiones en vida de los autores, pero creíamos que sería un material muy importante tal como usted señala. Disculpe la demora, pero sus preguntas no eran del todo sencillas, voy con las respuestas:
‒ “Sobre las ediciones, las fechas son solamente dos las verdaderas y no hay más, primero el texto mecanografiado está firmado 1937. y posteriormente permaneció oculto hasta nuestro encuentro con el material y posterior edición concluida este año 2023, ejemplar que llegó a mis manos el mismo día que llegó a las suyas.
‒ “Sobre la segunda pregunta es muy interesante, el libro permaneció oculto siempre, no hay ningún dato que confirma que estaba guardado, las circunstancias fueron las siguientes: tras un análisis que realicé, le comuniqué a la familia que yo estaba seguro que el libro Los trece meses del año, el cual Nicomedes estaba escribiendo antes de morir y que era además la continuación de La sangre y la esperanza, lo había concluido; esa conclusión la pude realizar tras el análisis de varios documentos. Por lo tanto, insto a la familia a buscar ese valioso material, pasaron unos meses y el hijo de Nicomedes Guzmán, Pablo Vásquez me llama y me dice que no aparece por ningún lado pero que un sobrino le envío algo que le puede servir; me dice que es un manuscrito que se llama Un hombre, unos ojos negros y una perra lanuda, y como yo conocía el título y sabía que ese material estaba quemado, me sorprendí y partí raudo a buscarlo; desde ese momento comenzó esta aventura.
Continúa la respuesta de Luciano: ‒ “Sobre los colegas de Nicomedes y comentarios al manuscrito y su existencia siempre los que tuve fueron 3 comentarios y son los mismos que tengo hasta ahora. Y se los detallo a continuación. Oreste Plath: "cuando tenía 15 años se entusiasmó con la lectura de una obra y esto lo tentó a escribir. Desarrolla una novela que luego tituló Un hombre, unos ojos negros y una perra lanuda; tres años se demoró en su afinamiento. Los originales duermen hasta que conoce a un escritor; este es Jacobo Danke, a quien le da a leer su novela. El escritor le habla de posibilidades y defectos. El autor quema Un hombre unos ojos negros y una perra lanuda. Julio Moncada dijo: "sobre Los hombres obscuros, el título, era más vasto, así como su contextura. Se llamaba algo así como: unos vagabundos, unas trenzas negras y una perra lanuda" y tenía algo así como 200 páginas o más. Jacobo Danke, que fuera su primer lector, suprimió esas doscientas páginas. Discutió su título con Nicomedes, y así salió Los hombres obscuros en una imprenta a pedal del barrio.
‒ “Por último, profe. Luis Sánchez Latorre, señala: ‒ si Nicomedes Guzmán le hubiese dicho a Jacobo Danke, a la sazón su consejero espiritual y maestro, que estaba escribiendo de nuevo La dama de las camelias, de seguro habría acabado por destruir esas páginas como poco antes había hecho con otras que su guía había considerado ripiosas. ¡Bendita ignorancia!
‒ “Esos son los 3 únicos comentarios al respecto que he encontrado en toda la historia de los materiales revisados sobre Nicomedes Guzmán, que son ya un par de cientos de materiales.
‒ “Me inclino por una conclusión un tanto atrevida, una conclusión que no tiene ningún tipo de pruebas, creo que lo que hizo Jacobo Danke fue advertirle que si se publicaba la obra tal como la hemos publicado este año, corría un riesgo muy alto de ser perseguido por el gobierno, énfasis que pone el narrador en la violencia de carabineros contra los pobres que reclamaban derechos, es muy potente; por lo mismo creo que no solo eliminó la mitad de la obra donde son las masacres en las protestas las protagonistas, además modera su lenguaje increíblemente en Los hombres obscuros; por ejemplo: cambia de "paco a carabineros". Creo que fue una buena ayuda ya que con los hombres obscuros pasó todo lo contrario, logró publicarse y Nicomedes llegó a un puesto de trabajo al Ministerio de Educación.
‒ “Sobre su última pregunta, nosotros aún no distribuimos el libro por eso no tenemos aportes críticos. El lanzamiento será finalmente el día 16 de noviembre a las 17 horas en la sala América de la Biblioteca Nacional, donde ocuparé el lugar de moderador de la mesa. Finalmente, mi segunda carta, fue: Querido Luciano, agradecido por el envío de información. Siempre cumpliendo como el excelente estudiante y discípulo universitario que eres.
Finalmente, he aquí mi respuesta a la segunda carta de Luciano:
“‒ Me parece que aquello que he inferido, en la primera lectura de Un Hombre, unos ojos negros y una perra lanuda (inédita hasta el momento que la pude leer gracias a tu confianza), estoy bien encaminado en mis deducciones. Te reitero que esta novela, no solamente está lograda estéticamente, sino constituye un documento de época que se podría asimilar a un sociograma histórico, político, cultural, económico y comunicacional sobre la (in)volución de Chile, considerando las rupturas identitarias y su incidencia en el porvenir, siempre postergado en su realización, por el maltrato al asalariado y la pérdida del protagonismo del pensamiento literario (cosa que algunos filósofos niegan absurdamente que la novela, por ejemplo, sea portadora de ideas). A pesar de los aparentes cambios de la modernización capitalista, creo que el Chile que aparece en la novela, desde el punto de vista de la consciencia social y existencial de las capas medias y del pueblo, poseía un inmenso espesor humanista y un sentido colectivo por luchar en la esperanza de su liberación.
‒ “El narrador dominante en la novela tiene una visión muy digna y aguerrida, sustentada en una intuición que lo lleva a comparar la esperanza con una posibilidad cósmica de realización en un país donde la democracia es un remedo y careta de dominio y represión. No había leído otra novela del período donde apareciera la idea del Hombre Nuevo, concepto antropológico revolucionario que puso en vigencia el CHE Guevara y la revolución cubana, el ideal del hombre integral. Para mí, esta mención al Hombre Nuevo que se hace educándose, trabajando y luchando por sus derechos y consciencia ética de liberación, es un anticipo de la inteligencia y sensibilidad de narrador revolucionario que no duda ni se equivoca sobre cuál es la esencia del capitalismo de todos los tiempos: la destrucción del hombre convertido en mercancía, cosificado, y del planeta en un basural de excrementos tecnológicos. Esto me hace pensar que Nicomedes fue un prematuro y genial escritor, muy adelantado para su época, solo parecido a Vicente Huidobro, quien logró sortear represiones y destacarse gracias al cariño de su madre y de la prosapia dineraria que tenía la familia (el padre le quemó su primer libro, primer acto de pirocultura en Chile. Después, el pinochetismo quemó y robó libros a destajo. Probablemente el consejo que le dio Jacobo Danke de postergar la publicación de esta novela para evitar el riesgo de censura y persecución fue razonable en ese momento. En este contexto es factible no olvidar que la década del ’30 al ’40 fue un anticipo de la persecución fascista a escritores, lo cual obligaba a callar o a amilanarse. Entre ellos, los casos del cuentista Héctor Barreto Ibáñez, asesinado en 1936; Vicente Huidobro, perseguido y golpeado en 1925 por su candidatura a la presidencia y asaltado por ser director del diario Acción; el poeta José Domingo Gómez Rojas, víctima de “la guerra de don Ladislao”, preso por razones políticas en 1920 y muerte en la Casa de Orates. Es el tiempo del anarquismo universitario y de rebeliones líricas; de la revista Juventud (1911-1951) y Claridad (1920-1932); de la Antología de poesía chilena nueva (1935) de Eduardo Anguita y Volodia Teitelboim. Por su parte, Carlos Droguett, quien muere en el exilio; Droguett, a propósito de la matanza del Seguro Obrero en 1938, publica una crónica sobre los asesinatos en 1939 y luego Sesenta muertos en la escalera (1953) En el ínterin, circula Más allá de la contienda (1915), escritos pacifistas de Romain Rolland. Es elegido presidente de Chile Pedro Aguirre Cerda, período 1938-1941, para quien gobernar era educar. Se consolida el Frente Popular y las ideas socialistas ya adentrada la década del ’50. Luego vendrá el gobierno de Gabriel González Videla, de 1946 a 1952, quien alcanza el poder apoyado por los comunistas; en 1948, González Videla les aplica la Ley 8.729 conocida como “Ley maldita”, denominada con el eufemismo de Ley de defensa de la democracia, justificando la persecución de Pablo Neruda e inaugurando el campo de concentración de Pisagua, reduciendo en cautiverio a militantes del partido. La oligarquía no tenía tapujos para acallar a los intelectuales escritores.
Recepción crítica o nuevos referentes teóricos
Nicomedes Guzmán nos ha anticipado que no ha pretendido la creación de una obra literaria sobre un plan deliberado y sujeto a técnica precisa, lo cual nos hace deducir que su impulso creativo es vivencial y que está concebido con la fuerza de la intuición, la sensación de dejarse llevar por las musas e ir, en el transcurso de la composición, abriéndose paso al correr de la pluma. Esta confesión transparenta la espontaneidad de un escritor de nacimiento que va recurriendo a técnicas que se van adoptando en el proceso de maduración de su capacidad heurística, consciente del naufragio valórico de un sector de la sociedad chilena. Esto nos sitúa, hermenéuticamente, ante un particular horizonte de expectativas como lectores, y a entender que un cambio de paradigma nos exige revisar ciertos conceptos de la recepción crítica de antaño en relación con la moda o la vigencia de una literatura de la transmodernidad, aparentemente incompatible con las marcas de sentido que contiene la tradición. En literatura no hay temas viejos ni nuevos, solo palpitares, mitos y obsesiones que surgen del modo de vivir el presente para abalanzarse a los esquivos sueños del futuro, recurriendo a las preguntas de siempre: de dónde venimos, quiénes somos y hacia dónde vamos.
Uno de los protagonistas de Un hombre, unos ojos negros y una perra lanuda, qué duda cabe, es un animal ¿Cómo se concebía un perro y cómo vemos en la actualidad, un siglo después, a una perra que no es faldera ni tiene el atributo de ser mascota? ¿una guardiana que protege al pordiosero con su calor corporal? Para la mirada filosófica confrontada entre el poshumanismo y el tradicional antropocentrismo, el animal sería una negación de lo humano. Jaime Eyzaguirre decía que los perros “son apenas un instinto fugaz e irracional dentro del existir, carecen de alma evolutiva, su sentido y esperanza es el suceder. El hombre sí tiene un destino”[3]. De aquí se infiere que son carentes de razón, entendimiento, voluntad, lenguaje y por estas carencias no son protagonistas de la historia. Bernardo Subercaseaux, en el capítulo sobre “Perros literarios, humanos y animales”, entrega una interesante controversia basada en más de diez filósofos europeos. La línea divisoria sería fenoménica y ontológica. Hoy se piensa la cuestión animal como una afinidad con lo humano ¿Una crítica a la soberbia humana? ¿cómo concebir el protagonismo de la perra lanuda de esta novela? ¿Nicomedes se adelantó al poshumanismo? Si la perra lanuda hablara podríamos situarla en el centro del universo narrativo en el mismo plano de los demás personajes humanos. El poshumanismo se ha encaminado a la deconstrucción del binarismo humano v/s animal. Su demarcación es difusa. Angamben se pregunta de qué modo el hombre ha sido separado del no-hombre y el animal de lo humano para volver a vincularlos[4]. El hombre al estudiar la morfología de los pájaros, adapta su diseño natural para inventar máquinas que vuelan, pero en sí mismo, sin un aparato mecánico que soporte su cuerpo, no puede volar. En muchas culturas ancestrales los animales son considerados personas de modo similar a la tradición cristiana que es la forma mítica de explicación que tiene la mayoría del hombre occidental.
La literatura, entre otras dimensiones, es un verbo artístico para combinar la ficción como apelación de lo real, y en su ejercicio imaginario, vincula las percepciones de la realidad con la visión de mundo del autor. Por eso en literatura hay poco que inventar y mucha recreación que subyace tras la ceguera que domina a los humanos fuera de sentido de las artes. Si el perro no es vago, ni quiltro (perro mestizo) ni de raza y no es callejero, pero si tiene amo, sale de la norma del típico perro chileno que circula hambriento, flaco y contagiado de tiña. Los etólogos sostienen que en el hombre se encuentra todo lo animal, pero en los animales no están todas las cualidades humanas. En naturaleza e identidad son diferentes. Algunos expertos creen que el 10% de los animales tienen desórdenes mentales. Sociólogos y psicólogos sociales explican que, en los estados de contagio de alienación social, la mayoría de los integrantes de los grupos humanos son carentes de su consciencia crítica y del sentido común. Todos los animales se resisten a ser domesticados, menos gatos y perros. No obstante, en el lenguaje popular de Chile hay muchas maneras picarescas y despectivas para tratar a los perros con decires como estos: Perro que ladra no muerde; a perro con corbata nadie lo mata ;matando la perra se acaba la leva; más tonto que perro nuevo; al de atrás lo muerde el perro; más contento que perro con pulgas; el perro del hortelano no come ni deja comer; convivir como perros y gatos; tranquilo el perro; hacer perro muerto, estar meado de perro; atar perros con longanizas; a otro perro con ese hueso; entre más conozco al hombre, más quiero a mi perro, etc. La obra de Nicomedes Guzmán a la cual nos estamos refiriendo, hoy se agrega a la galería de perros y obras famosas. Por ejemplo, Argos, el perro de Ulises; El Coloquio de los perros (1613) de Cervantes; La aventura de cuatro remos (1883) de Daniel Barros Grez; Memorias de un perro escritas por su propia pata (1893) de J. R. Allende; Patas de perro (1965) de Carlos Droguett; varias obras de Jack London de lobos y perros, entre ellas, las famosas Colmillo blanco (1906) y El llamado de la selva (1903). En el capítulo V, Bernardo Subercaseaux da cuenta de los perros en novelas políticas[5]: Corazón de perro (1925) de Mijail Bulgácov; Niki o la historia de un perro (1956) de Tibor Déry; El hombre que amaba a los perros (2009) de Leonardo Padura, La dama del perrito (1899) de Anton Chejov, etc. Al parecer, la soberbia humana a influido en desplazar el antropocentrismo hacia una osmosis con la vida perruna; las familias adoptan a los perros como hijos. Ahora los perros son parte del engranaje consumista en EEUU, país que destina 15 billones de dólares en alimentos y 10 millones en atención de salud al año para 74 millones de animales[6]. el hombre ya no es el centro de la vida existente. En la actualidad se vive en torno al “giro animal” (especie de hechizo y encantamiento) y se percibe a los “hijos de cuatro patas” como seres sintientes y provistos de inteligencia emocional. En Chile existe la Ley Cholito N° 21020 de 2017, donde se establecen las obligaciones de los amos con sus mascotas o animales de compañía (con alcance a los abandonados, callejeros, comunitarios y asistencia al parto de las hembras). Se advierte que todos los perros son peligrosos y fieros, menos los que cuidan o socorren a las personas inválidas. Todos deben tener nombre (no se sabe si algunos han sido bautizados por alguna religión) y el número o código de su cédula de identidad debe ir en su collar. ¿Y toda esta legislación y mucho más es porque el hombre se ha vuelto insociable, solitario, codicioso, cruel y los animales domesticados aceptan su sumisión y, por ende, su dominación? ¿Es la alienación un factor facilitador de la domesticación? ¿La especie humana se ha convertido en jauría y bestia que venció a la razón? ¿Este tipo de relaciones es el desiderátum de la indiferenciación de identidades entre unos y otros? ¿es suficiente la explicación del “giro animal” dentro de un modelo económico capitalista que depreda a cada minuto a la naturaleza humana y no humana? Creo que la narrativa de Franz Fafka es la que mejor nos aproxima a la reflexión crítica de este conflicto de fusión y traslación de identidades y de preservación de la naturaleza. Recordemos algunas de sus obras: La metamorfosis (1915), Investigaciones de un perro (1922), Informe para la academia (1917) y quién es Josefina en el cuento Josefina la cantora o el pueblo de los ratones (1924) En la mirada metafísica de la subjetividad de Kafka hay una forma similar de entender el vínculo con los animales; en Nicomedes Guzmán es la animalidad y el calor de la calle para un lustrabotas que carece de abrigo. En ambos “el discurso se descentra, se autoexamina, intenta narrar una experiencia de transformación. Las criaturas que protagonizan los relatos no son nadie ni nadie en particular, encarnan, más bien, la voz de lo viviente entendida como indeterminación, virtualidad, diferencia pura que se resiste a ser aprehendida como un yo”[7]. En la novela que comentamos, la perra lanuda no es un animal inferior, sino distinto, errante, sin perder su identidad y porque tiene autonomía se niega a estar encerrada en un zoológico. Tiene habilidades de comunicación y resistencia a la adversidad de la pobreza. Es una perra que tiene voz en la escritura, aunque rara vez se le escucha ladrar. No está abandonada, el hombre protagonista y ella se encuentran por casualidad en la calle. En cambio, “en La sangre y la esperanza, la primera parte comienza con la presencia de un perro abandonado, un desventurado. Su protagonista, Enrique Quilodrán, recrea su infancia en imágenes de su memoria, pero más que imaginar, evocar. EL Narrador en su rol de personaje ficticio en primera persona, busca la denuncia sobre el estado de miseria, política y social[8]. Los perros y perras ya han conquistado un lugar celestial: san Roque protege a los perros; san Francisco de Asís a los demás animales. Tienen médicos, tumbas y cementerio y hasta duermen con sus amos.
Otras referencias para leer la novela de marras
Si para algo sirve aprender a leer y continuar en la vida cultivando el vínculo entre la palabra y la escritura, si este deseo de ser pensante desarrolla el entendimiento y el saber, es para despertar las manos y los sentidos frente a la necesidad de testimoniar lo que ocurre en nuestro entorno y tratar de llenar los vacíos que nos dejan las preguntas que no podemos responder. A un siglo de distancia de los afanes y del fragor para justificar el regalo de la vida, los biógrafos de Nicomedes Guzmán conocen poco de su infancia y adolescencia, y casi menos de aquellos años en que aparecen los impulsos creadores y la necesidad imperiosa de registrar la ebullición interior, los sueños y las incómodas percepciones de un mundo que no ajusta con ciertas tendencias y valores. Un sentimiento de marginalidad, de aparecer diferente por exclusión, de no sentirse acogido por una sociedad de clases que discrimina hasta en las formas de experimentar el amor y la alegría. Es como descubrir a temprana edad que se ha nacido al margen del reparto de la equidad, especialmente para los trabajadores que entregan su riqueza humana para morir desnutridos y desnudos de justicia. Nos preguntamos cuáles eran las divisas teóricas que tenía nuestro escritor, qué emociones y conceptos de la estética de la novela fueron los puentes que le pudo tender su padre periodista, la convivencia familiar, sus amistades de barrio y la escolaridad chilena con sus luces y sombras. En concreto, escribió una sola novela que nace, se explaya y se bifurca en la tetralogía que ya conocemos en su narrativa de largo aliento. Su primer intento fue esta especie de proyecto narrativo con Un hombre, unos ojos negros y una perra lanuda. Luego, surge de ese ejercicio de Un hombre... la novela Los hombres oscuros, continúa con La Sangre y la esperanza y cierra el ciclo con La luz viene del mar sobre el mundo de la pampa desértica, del hampa, del burdel y del conventillo[9]. En cierta medida, esta última obra es un complemento de cierre de ese anhelo por dejarle a la cultura chilena una expresión de consciencia. El conjunto de su obra, incluida por cierto su poesía, su gestión cultural y el apoyo a los escritores jóvenes, merecía ser reconocida por el premio nacional de literatura que nunca se le otorgó. Nicomedes Guzmán sabía de su oficio, pero no le dedicó demasiada atención a la especulación sobre teoría literaria y menos a la crítica y a los críticos. En mayo de 1941, cuando estaba cumpliendo recién 24 años de edad, la periodista Georgina Durán sostiene una conversación con este joven de “apariencia colegial, de mirada de experiencia amarga y con anhelos de viajar”[10]. Destaco las siguientes preguntas y respuestas:
‒ Qué influencias le atribuye usted a la crítica literaria y cuál de nuestros críticos considera mejor?
‒ ¿Influencias? No sé. No conozco los críticos extranjeros. Admito si, en nuestra crítica, una influencia de orden político. Los llamados críticos nuestros se han dado a comentar los libros chilenos y a elogiarlos o a desconocerle méritos en la medida que el espíritu del autor demuestra estar o no de acuerdo con sus ideas. Alone, el más sutil de los llamados críticos actualmente, a propósito de mi novela Los hombres obscuros habló de mitos ideológicos e hizo una larga disquisición acerca de cierta circunstancia política internacional de actualidad en los días de la aparición del libro. ¿A qué venía eso? En esencia, llamó "comunista" mi novela. Y con ella no hizo más que honrarla. Hoy es corriente clasificar de roja o comunista toda verdad que se diga en la vida. En mucho admiro a Domingo Melfi. Creo que llegaría a ser el crítico chileno de estos días si abandonara el simple comentario e infundiera a sus artículos sobre libros la fuerza, la profundidad y la amplitud de miras que caracteriza su obra "Estudios sobre literatura chilena" en donde lo encontramos en plena y verdadera función de crítico y de creador en el género.
‒ ¿Qué piensa de los concursos literarios?
‒ A veces, cuando se opina honradamente en Chile, se acostumbra a decir que se respira por la herida…No, perdone Georgina, pero me abstengo de opinar sobre esto.
‒ ¿Le agrada que el escritor intervenga en política?
‒El escritor, antes que nada, es hombre y ciudadano. No tiene, desde luego, por qué evadirse de una responsabilidad social que debe pesar más en él por el hecho de ser escritor. A mayor cultura, mayor consciencia y responsabilidad. La época que vivimos exige al hombre tomar posiciones definitivas. Dentro del momento nuestro, se libra una batalla que el individuo no puede eludir y en la que debe escoger bandera, no de partido exclusivamente, sino de consciencia y humanidad.
‒ ¿Qué opinión le merece la Alianza de Intelectuales de Chile?
‒ La Alianza se fundó al calor de fragorosas luchas en defensa de los principios humanos y sociales fundamentales, en momentos en que la democracia del mundo libraba su más cruenta lucha desde el bastión más heroico que nunca ha tenido en la historia: La República Española, y en instantes en que la cultura era amenazada…Tiene, pues, la Alianza su alta razón de existencia. Paso a paso, peleando contra los tanques, la incomprensión y la mala fe, ha venido complicando, en la medida de sus fuerzas ‒ que es la que le dan sus propios afiliados ‒, el programa que se lanzó al fundarse, de acuerdo con su espíritu antifascista en defensa de la cultura y de la democracia. Actos públicos, culturales y patrióticos, publicaciones de folletos, homenajes tendientes a reivindicar en el conocimiento del público chileno auténticos valores olvidados de nuestra cultura, adhesiones a los organismos obreros y actuación junto a ellos, marcan el recorrido de la Alianza en sus tres años de vida.
Los criterios del arte de narrar y versificar de Nicomedes Guzmán están orientados por valores, emociones e ideas coherentes con el ascenso de la cultura popular. Compañerismo, generosidad, justicia, trabajo, consciencia de clase, esperanza y la ternura que hace creíble la verdad, el don más varonil y femenino del cuidado hacia los demás y del recto avance del conocimiento. Participaba del concepto de novela de Manuel Rojas, quien consideraba que debe ser un discurso que al leerlo entrega dimensiones más allá de las apariencias inmediatas sin omitir las asperezas de la dura realidad. Concebía que todo lo que se aprecia y observa con amabilidad, contiene algo escondido, gestos de humildad y de alegría al intuir que es posible realizar los sueños y restituir la fidelidad familiar. A Chile lo veía como un país disímil en su densa existencia y lo soterrado de sus poderes espirituales; pensaba que solo en la consciencia colectiva la patria dejaba de ser un imaginario transitorio para convertirse en una permanencia[11] ¿Sería posible esto algún día cuando el ejercicio de la soberanía se le niega al pueblo? El mundo político-social ya comenzaba a mostrar fracturas en su identidad que era posible reparar con la democracia de todos. Hasta 1900, Chile fue una teocracia decimonónica regulado por la Constitución de 1833. Según el historiador Gabriel Salazar, el siglo XX es corto, va de 1938 hasta 1973, período en que el Estado liberal intenta ser populista y desarrollista, un orden social trazado por Diego Portales ya en el siglo anterior. En 1910, el papa Pío X, publica la Encíclica Pascendi Dominici Gregis, sobre las doctrinas modernistas, oponiéndose al modernismo y a la creación estética de lo que a la postre será superado por la vanguardia. La generación del '38 validó la consigna “Pan, techo y abrigo”, incubándose las tendencias del realismo, mundonovismo, criollismo, del Grupo de los Diez; el imaginismo, creacionismo, runrunismo, surrealismo, mandragorismo, angurrientismo, etc. En su Antología de nuevos cuentistas chilenos (1941), el prólogo se refiere al género, ampliando su significado hacia una definición de novela. “Al igual que la novela ‒ dice ‒, cuando se trata de determinarla valiéndose de nombres, no le bastan ni un Dikens, ni un Dostoievsky, ni todos los grandes novelistas. Justamente la complejidad de la vida, materia prima de toda creación artística, impedirá siempre la rigidez de la técnica, a no ser que desee falsearla, despojada de sus colores íntimos, arrebatarle su tembloroso gesto eternamente desgarbado y caprichoso”[12].Nicomedes Guzmán escribe y planea sus relatos en el período germinal y explosivo de la gran depresión económica de 1929, que desató profundas contradicciones sociales, entre 1928 y 1935; crisis dramática que engendró fascismo y nazismo en el mundo. Chile no fue ajeno a esta depresión y lo afectó igual que a los demás países tercermundistas. Se desmorona la prosperidad capitalista, hecho único posrrevolución industrial y la humanidad se ensimisma ingresando a la cultura de la soledad, la cual pretende que se viva sin el otro en la aparente placidez del individualismo y de la resistencia regulada por el mercado y justificada por las necesidades no resueltas. El deber de escribir y la verdad del arte se establecen como fuente de meditación de la vida para volver a la pregunta de qué es el hombre. Según Antonio Cândido, en las novelas de esta índole hay varios niveles de comprensión que intervienen por diferentes factores en su sentido: externos (temporales y sociales), internos (la presencia del autor en el resultado) y los textuales que trascienden a los anteriores. A partir de estos factores se puede definir Un Hombre, unos ojos negros y una perra lanuda como una realidad autónoma, cuyo valor está en la fórmula que obtuvo para plasmar elementos literarios: impresiones, pasiones, hechos, ideas, acontecimientos que son la materia primar del acto creador”[13]. Esto hace la distinción entre la novela social y la social proletaria de vanguardia como es este caso. En la social proletaria existe una ideología comportamental (sensitiva, contestadora, excitable y viva en la posibilidad de la utopía); su particularidad heteroglósica abre posibilidades para vencer la mentira y la alienación. La realidad se circunscribe al horizonte de la consciencia social del narrador en un momento histórico determinado. De ahí, entonces, que los personajes sin distinción de jerarquías, incluida la personificación de un animal, la identidad de ellos se aprecia como significación cultural sólida, definida, valórica y auténtica en sus usos y costumbres; desde su miseria, carencias y aspiraciones, se están reafirmando constantemente. Luchan en medio de un mundo abandonado por la divinidad. La inmanencia de la vida se ha hecho problema. Auténtico escritor proletario es aquel que lleva a la literatura la vida de los pobres y sus ansias de reivindicación. La honestidad se explica por el grado de compromiso del narrador-testigo con los personajes, el cual forma parte del testimonio entendido como aquello que apoya a los demás (otredad) para comprender más que juzgar[14].
En la década del '30, Pablo de Rokha, en La teoría del arte proletario[15] ilumina a los poetas y narradores con su “Épica Social Americana” (1927), concebida como expresión del Realismo Popular Constructivo (comunismo, sociedad sin clases) y del barroco Popular Americano (vivencia de lo mestizo, del misticismo y de la violencia hecha poesía). Su sentimiento trágico de la vida surge en la lucha contra las clases sociales y la naturaleza. Su concepto de estilo es de alcance generacional; decía que estilo es destino y cree que en arte y literatura no hay forma neutral. A contenidos revolucionarios, formas revolucionarias. Aunque la realidad sea oscura y amarga, nada puede arrebatar lo que se anhela con voluntad y ternura. Vicente Huidobro, el 8 de agosto de 1925, en su Balance patriótico, publicado en el diario Acción N° 4, evidencia qué será Chile en adelante: “…un país que recién a los 100 años de vida está viejo y carcomido, lleno de tumores y supuraciones de cáncer como un pueblo como que hubiera vivido dos mil años y se hubiese desangrado en heroísmos y conquistas […] Que se vayan los viejos y que venga juventud limpia y fuerte, con los ojos iluminados de entusiasmo y de esperanza”.
De los personajes, diversidad de protagonismos y voces
Todo lo necesario para justificar el diseño de una obra literaria es el lenguaje concebido como contenido, material y forma, fusionada e indisoluble. Estos elementos se sostienen mutuamente y el lector los valida al apreciarlo en el aura de su estilo. Lo que pudo haberse incorporado por azar o compromiso de un editor (presentaciones, excursos explicativos del espacio donde acontecen los hechos y los sucesos, estudios críticos, apostillas, etc), materia y forma, al sumergirse en el tanteo de la construcción, se ajustan al engranaje del texto hasta incorporarse como un recurso de su construcción en la dialéctica de su sentido. Para que esto no resulte impostado o superfluo, nada se debe agregar una vez que el texto está definido por el autor[16]. Esta novela social proletaria de vanguardia, en sus rasgos de contenido, materia y forma de su estilo, de acuerdo a su dimensión de vanguardia proletaria marginal, presenta los siguientes rasgos:
1)Una visión de mundo colectiva, donde ninguno de los protagonistas, independiente de su condición, deja de autentificar su personalidad en medio del común. 2) Una perspectiva narrativa que deja que los personajes hablen y dialoguen. Su noosfera hace sentir una retórica de combate contra la adversidad. Demetrio Encina (un Hombre) aparece como un honesto narrador enmarcado, responsable. El texto completo se releva como documento de época. 3) El tema y argumento es denuncia de un ambiente social de trabajo y marginalidad: peones, gañanes, subcontratados, vagabundos lustrabotas, peones alquilados, estibadores, inquilinos, choferes, zapateros, ladrones, administradores como mediadores, etc. 4) Emigración y desarraigo: en su mayoría los personajes son identidades en fuga. Cárcel, presunciones, detenciones arbitrarias, huida o anonimato en la metamorfosis de la clandestinidad y destino de sus vidas. 5) Conciencia de clase: se puede afirmar que poseen una ideología de la dignidad y la rebeldía. Les produce ansiedad el hecho de participar en política y mucha convicción al militar en los sindicatos. Su experiencia la comunican con intención pedagógica y ética. La consciencia es plena y protestataria. 6) Estilo y el recurso de la écfrasis. Nicomedes Guzmán se identifica con los poetas de “La Fragua”, quienes afirman que el estilo es la clase social, su vida estructurada, en un lenguaje cuyo énfasis es la responsabilidad social del arte y los artistas como vehículos de progreso y evolución del realismo y del socialismo. Se utiliza la estampa como retórica del poema en prosa. 7) al límite de la conmiseración. Los ricos, patrones y especialmente los dueños y administradores de los conventillos, aparecen como obstinados, grotescos, violentos, torturadores y cancerberos y se aprovechan del poder que les confiere el marco jurídico imperante. La familia es dramaticidad existencial en medio de la miseria. La mujer, en apariencia, tiene un rol secundario, aparentemente pasivo, pero también evidencia que es el centro y auxilio permanente de la familia. Son las heroínas de la intimidad y de las relaciones amorosas en medio de carencias y violencias de convivencia habitual. La familia está golpeada por los bajos salarios, la falta de trabajo estable, requerida por participar de la protesta y librarse del tirano real o simbólico (el machismo); debe luchar por cambiar su condición social. La familia transcurre en un tiempo novelesco que es subjetividad, conflicto, desavenencias y dolor; la realidad es la evidencia de un imaginario histórico fracturado. Desde el punto de vista de la crítica y de la sociología del arte, a través de sus personajes, esta novela trasluce una experiencia existencial fortalecida por una ética de la liberación. Como ya lo he anticipado con los conceptos de Alfredo Bosi, aquí la resistencia es una categoría ética que no se contrapone con lo específicamente estético. El destino del mundo se juega en cada uno de estos luchadores anónimos, los nadie que generan la riqueza de las naciones. La tetralogía posee un cierto tremendismo, sutil pero no obsesivo, por el uso ciertos recursos verbales y motivos reiterados; sus desbordes emocionales conmueven al lector especialmente cuando muestran el machismo y la ternura envueltos en las relaciones sexuales, siempre inciertas y matizadas de obstáculo insalvables al conjugarse el derecho al placer, a la vida y a curarse las enfermedades que anticipan la muerte.
La galería de personajes da cuenta de un pueblo en su cultura, un conglomerado social con su identidad menoscabada por la burguesía y dolores existenciales inconmensurables. Los hay protagonistas individuales, colectivos, personificaciones, heterónimos y personajes-narradores, más el autor difuminado en diferentes representaciones. Entre los individuales se puede clasificar a cinco: Demetrio Encina, un muchacho adolescente encarcelado, un Hombre, la Perra lanuda e Inés. Entre los personajes secundarios co-protagonistas que sustentan el movimiento interno del relato, se pueden clasificar cuarenta y tres. El protagonista principal, Demetrio Encina, no conoció a su madre, viste con sus trajes raídos y parchados. Es perseguido político, quien le deja al autor de la novela, en la pensión Los Obreros, un manuscrito con sus memorias donde están escritos los avatares de su vida. Después de la recepción de este manuscrito, los rastros de Demetrio Encina nunca más se pueden seguir. No obstante, el narrador en primera persona transcribe a una maqueta las memorias de Demetrio, utilizando como soporte el texto de una novela documental y testamentaria. Concluye el texto en 1933; se supone que el proceso de composición demora más de dos años de trabajo; en el ínterin, el joven Nicomedes aún no alcanza los diecisiete años de edad. Se sabe que Demetrio fue condenado a 31 días por defender a una mujer y por pegarle a un policía. Aparece el alter ego del autor-narrador configurado en la vida del Hombre, del lustrabotas, del trabajador, del amor de Inés, de la Perra lanuda, de la esperanza cósmica de la vida. El Hombre, un nadie y la Perra son innominados, el fiel amigo del encarcelado y los ojos negros que son la expresión del mundo interior de Inés. “Demetrio era un hombre flaco, alto, de raro carácter, ora retraído, ora comunicativo, que vestía humildemente y se había constituido en uno de los más fieles parroquianos: no recuerdo que alguna noche, después que reparé en él, hubiera faltado a beberse la acostumbrada taza de café, hasta que vinieron a tomarlo detenido” (p. 12). La Perra lanuda no se sabe a qué raza pertenece dentro de las 400 clasificadas de canes. Su relación con el protagonista es simbiótica, de recelo, distancia y dependencia. Una sustitución de la soledad de un macho rendido ante la necesidad de cariño y afectos femeninos. Esta perra se menciona en las siguientes páginas de la novela: 54, 90, 114, 140, 223, 256, 296 y 331. Considerando que está incorporada al título, su protagonismo se podría considerar como accidental en la vida del protagonista, quien evoca a la perrera, el canil ambulante de la Dirección de Salud, donde “acarreaban a los tifosos moribundos. Ahí, en la perrera, éramos acarreados los sanos, como quien acarrea bestias” (p. 140). En otra escena, “los ojos de Inés se prenden en sus pupilas, haciendo valer entre la sombra una suavidad de musgo. Ambos se ríen […] Inés se va. Bajo las hojas de las acacias se queda Demetrio, cogido por una emoción dulce […] ¿Ha, perra lanuda, por qué me lames así, es como si recién estuviera aprendiendo a amarte…!” (p.296). Inés es la protagonista de la segunda parte de la novela (“El estribillo de los humildes” y “El acorde del destino”), perfilada con las mismas facciones, atributos y vida familiar de la mujer enamorada y enferma de tuberculosis, tosiendo y sangrando por la boca, que aparece en la novela Los hombres oscuros, avergonzados y vapuleados por la pobreza. En un momento de serenidad, el narrador acaricia a los protagonistas con esta estampa: “…estamos en nuestra vida: Inés en la mía, yo en la suya. ¡Inés! Todo lo liviano e ingrávido del mundo lo condenso en su nombre inmenso: cendales de alba ciñendo los cerros recién amanecidos, madrigales de cencerros amanecidos en la lejanía, voz de brisa primaveral al oído de las hojas […] yo diría ahora ¡dulces ojos negros! Y besaría al mundo en las estrellas” (p. 294). La metafísica de la esperanza se encarna en la dimensión cósmica de la vida que vaga por un mercado mordiendo y ladrando, meneando su cola por la soledad y la tristeza. “…Y pienso que cada paso mío es una fuerza que va moviendo el engranaje del molino que en una ocasión precisa nos atrapará entre sus muelas. Vivir es estudiar para morir. Y se me ocurre más aún: la vida es como el bautismo de la muerte en el santuario sombrío del mundo” (p.88). Y a pesar de que la vida se siente como una eterna despedida, emergen sentimientos que aluden al Hombre Nuevo, “lo mismo que un hombre que recién saliera de la tienda… incapaz de pegarle a ningún paco” (117). La novela concluye evocando al Hombre Nuevo a través de la lucha para el cambio, basado en una concepción del trabajador, realizado y satisfecho de sí mismo. Su impulso no abjura del pasado; por el contrario, allí recuerda la experiencia donde se forjó el camarada y el compañero. “Y óyeme, todavía, Inés: mirando pasar la vida y el tiempo, sustentándome en mi propia vida pasada, que es lo que más vale siempre, sin renunciar nunca a lo que fue y que jamás hubiera abandonado si la vida no me lo hubiera arrebatado, he aquí cómo surge el hombre nuevo, estirando los brazos, desperezándose como de un sueño de años, bajo un cielo deslumbrante, y rozado por un viento que trae algo parecido a lejanos rumores de trigales, a fragancia de tierras parecidas, a la legendaria entonación de cantos legendarios…” (p.. 370). Algunos personajes secundarios está bien logrados cualidades y acciones únicas y específicas. Por ejemplo, el colectivo de la clase obrera, las familias hacinadas en el conventillo, los obreros nortinos después de la matanza de 1907; la policía de carabineros, denominados pacos; don Guino, el de buena voluntad; el teniente Astorquiza, jerarquía del orden; el poeta Humberto Pereira, el farolero que le da alma de luz a los faros y a las estrellas; Dios con diente de oro que prolonga su risa azul; los obreros tranviarios Carlos González y Arturo Robles, otro poeta; el Rucio que corteja a Inés; el ex estudiante y dirigente preso Pancho Barraza; los hijos de los obreros apodados “larvas proletarias”, etc. Las mujeres, entre ellas las beatas, las monjas, La tola y La Tenca y la misma Inés, son mujeres imprescindibles, enaltecidas por el trabajo, disposición política y rol de madres, cuya maternidad tensiona las jerarquías sociales, pero no figura como agente de cambio revolucionario. Los prostíbulos aparecen como los espacios más asquerosos y degradantes del proletariado, dolorosa alternativa del sexo administrado por las cabronas que regentan los burdeles.
El modo de experimentar el amor y el encuentro sexual, el proletariado y sectores marginales, lo asumen como penas de la tristeza y del contentamiento circunstancial. Ternura hacia el abismo definitivo ante la proximidad de la muerte. La hembra se resiste… Es un emocionar cruzado por la animalidad, el machismo y la imposibilidad de realizar la estabilidad de las promesas. Esta comparación con los caballos es ilustrativa: “un potro y una yegua, se empeña el macho, las patas anteriores a la grupa de la hembra, en satisfacer el instinto […] Golpea los cascos, brinca, exaltado, y vuelve a arremeter. Se encarama con presteza y se menea esforzándose. Relincha también la hembra al contacto caliente del sexo macho. Se encabrita. Y resbala de nuevo el potro, y salta enloquecido, moviendo la cabeza haciendo flamear la melena y la cola. Y los pacos gozan con la hembra más que al contacto con el macho” (p.118). El macho Demetrio Encina vive en la ambivalencia de la atracción y la repulsión hacia Inés “como enormes perros famélicos que aullarán a una eterna noche trágica, se han echado sobre mis sentimientos las horas de estos días […]. y yo heme aquí al borde de mi consciencia, vacilando bajo los disciplinarios fustazos de la pesadumbre […] Mire que tomarle los pechos, mire que apretarla ¡Para qué…! ¡Pero, la verdad, hasta a mí me enervó el contacto delicioso de los pechos, la palpitación toda de su cuerpo contra tu cuerpo! ¡Ha, Demetrio! Qué bella hembra” (p. 321). Antes de consumar el coito en el hotel La Marina, él clama “¡Inés! ¡Inés! No soy yo el que habla. Es el instinto. El llamado del macho. La voz impetuosa del sexo, que clama, aúlla. Mas, el grito ancestral y armonioso del universo emergiendo del hombre” (p.335). Después de todas las súplicas y temores, Inés se convence de que el amor y el sexo no son malos, reconoce que “su canto tiene todas las voces cósmicas” (p.345) a pesar de la mancha de sangre y de haber ofrendado virginidad.
Del planeamiento, materiales de construcción
Esta novela se planea, se hilvana, va montando sus lemas, como si cualquiera de nosotros, en una circunstancia sin causa aparente, sale a caminar, sin más propósitos que subsistir por los meandros del destino y se topa con un desconocido que venía del silabario de la imaginación. En ese silabario se nace para realizar un oficio.
La novela comienza en la dedicatoria de Nicomedes Guzmán a su padre, quien no puede dejar de reconocer en él “un concepto inmenso de la hombría”, a un trabajador “que sabe de arados y de hoces, de martillos y palancas tranviarias”. El espacio vital es la pensión Los Obreros, territorio de acogida, conversación y literatura en la calle Mapocho. Un niño de 12 años llega a aquel negocio enviado por su padre para acompañar a su tía viuda. Aquí, este niño conoce a Demetrio Encina al interior del conventillo ubicado al fondo de la pensión. Una vez dentro de ella, se dedica a la lectura y a la tertulia. Al niño le atraía la lectura. Un día se acercó al Hombre, quien le preguntó si le gustaba leer, condición para cultivar el compañerismo y la camaradería. Le dijo que le iba a traer un libro, el primero fue Corazón de E. de Amicis, pero antes ya había leído a Salgari. Un día los agentes entran al local, se lo llevan detenido a Demetrio por participar en política sindical. Al día siguiente, viene otro hombre y le entregó al niño una carta donde Demetrio le pide guardar sus papeles. Le dice que lo amenazan con expulsarlo del país. Es el 17 de agosto de 1927. El autor de esta obra, con esos papeles, redacta esta novela en su reconocimiento ¿Dónde termina la realidad y comienza un mundo más tangible que esa misma realidad? De este modo, el silabario de la imaginación nos ha situado en el epicentro de la literatura, el territorio de la vida. Esta novela comenzó a madurar en la consciencia de alguien a los 12 años.
La estructura está construida dentro de un caleidoscopio, cuyas partículas flotantes darán origen a cuatro novelas, siendo Un Hombre, unos ojos negros y una perra lanuda ‒ como ya se ha insinuado ‒ el primer andamio que permitió transportar la fuerza de su inspiración a las obras que vendrían después. La edición príncipe editada por Ediciones de Biblioteca Nacional de Chile (2023), contiene el índice y el texto comienza con una fotografía del original tipografiado, diseñado por el autor. A continuación, se entra directamente al texto con una dedicatoria. Luego, se inicia el relato con un excurso inicial “Pensión Los Obreros”, donde se insinúa cuál es su origen y el narrador protagonista. En página suelta (35) aparece una xilografía. Con el capítulo I se ingresa al cuerpo de la novela: “La música de la miseria” (45 a 135 pp); Demetrio Encina declara, en un breve párrafo, que no ha pretendido la creación de una obra literaria sobre un plan deliberado y sujeto a técnica precisa. No. Solo he querido ordenar los acontecimientos de una época de mi vida que, en cierto aspecto, yo llamaría de transición” (43). No se revela la intención de escribir una novela, solo anotar aspectos pasajeros de su vida y de personas a quienes se debe. Con esta intención sitúa al lector frente a un relato biográfico sin otra pretensión que contar algo que a él lo satisfaga. El capítulo I incluye seis partes ilustrado con 4 xilografías. El capítulo II “La tonada del desamparo” (137 a 218 pp.), tiene 5 partes. Ambos capítulos están cruzados por el motivo de la vida juvenil de un heterónimo y el mundo de la pobreza en medio de la evocación de la niña Inés (tristezas, enfermedades, protestas, hambre y muerte). La segunda parte y final, con 6 xilografías, está constituida por el capítulo III “El estribillo de los humildes” (219 a 306 pp.) y el capítulo IV “El acorde del destino” (307 a 371 pp.). Están cruzados por los motivos del amor y la lucha de reivindicación social. Aquí está la clave del mensaje en función de: la situación de la clase obrera, el mundo de los miserables, la declaración de amor y sus desgarradores encuentros, la vida como fatalismo ineludible, la condición de la clase obrera y la presencia utópica del poeta; la maledicencia del pelambre[17], el amor y el sexo condicionado por la miseria, el preso Robles y el viejo Marcelo, la tensión entre los instintos y los valores, el triunfo del amor y la muerte, la perrera como el canil ambulante de los pobres y la madurez ética de la clase obrera forjada en la lucha revolucionaria (p. 368). Finalmente, Nicomedes Guzmán agrega 9 páginas sueltas “de puño y letra” donde se comienza a leer lo que fue su primera novela publicada en 1938, Los hombres oscuros.
Dos aspectos destacables en la elaboración de esta novela son los materiales xilográficos inspirados por el aporte que hizo Mauricio Amster para los impresos chilenos (no están en el texto tipografiado original) y la inclusión de la écfrasis, recurriendo a la técnica poética de la estampa por sus coincidencias prosopopéyicas que hacen de la realidad una inclusión imaginaria de las cosas, de la naturaleza, de las sensaciones y de ciertos valores. Escritores y editores de la vanguardia de los años '20 y '38, se preocuparon de incorporar imágenes y siluetas de los objetos representados a través de dibujos, viñetas, fotografías, diferencias tipográficas, caligramas, pancartas, trozos de canciones, etc. La idea era incorporar recursos plásticos y cinematográficos para potenciar la capacidad semiótica de la escritura. Según Roger Chartier, la écfrasis “es la capacidad de algunos textos de hacer imágenes con palabras”[18], permitiendo acceder a la posibilidad de captar lo inefable o la posibilidad de indagar, interpretar o entender algo más más allá de lo literal de las palabras. En la técnica creacionista de Vicente Huidobro, es recurrente y más importante el uso de la imagen que la metáfora. Los historiadores comenten el error de transformar una obra literaria en documento. La forma de leerlos es muy diferente, las interrogantes aplicada a la ficción y la historia difieren diametralmente. La escritura ‒ agrega Chartier ‒ no es un mero sistema gráfico, es sociedad alfabetizada. La écfrasis, en el caso de la poesía y la narración, anula la diferencia entre representación y eventos. En el caso de Un hombre, unos ojos y una perra lanuda, el uso graduado de la estampa le otorga al relato un tipo de expresión estética superior. Habitualmente va al comienzo de los párrafos iniciales cercanos, escritos similares a la retórica de la poesía en prosa. Se generan, en el lector, impresiones estéticas de múltiples asociaciones sinestésicas, emotivas, vinculantes y sensibles de alto vuelo imaginativo. Se une el lenguaje de la prosa a la honestidad del mundo del trabajo con una decantada y fina elaboración del lenguaje, lo cual no excluye giros del habla popular. En esta novela, el narrador incorpora los giros, adjetivos y neologismos propios del habla popular. El narrador provee al lector de una sensación de participación como si fuera uno más en el coro de la desolación. La realidad de los marginados se aborda de un modo bastante objetivo, la realidad se asume; no se adultera la fisonomía cultural del pueblo chileno. Por eso se concluye que esta novela no es panfletaria, ni caricaturesca ni folletinesca y menos maniqueísta. Es una sinfonía lograda en la pena de los pobres.
Veamos otros ejemplos de estampas:
Del capítulo I: Un borracho en la noche: “Ahora no pienso ni me obsesiona nada. Orillando los tapiales del cielo, empinada, tocando a la sordina las primeras estrellas, la hiladora de sombras se viene traqueando desde el lado de Los Andes” (p. 87).
Del capítulo II: La tonada del desamparo: “Abandonado al margen de mi sentimiento, encuentro en el alarido de los trenes la expresión de una infinita angustia cósmica, la misma angustia que debe conmover a una estrella filante cerrando a la vida su ojo incandescente” (p.132).
Del capítulo III: Contrariedades: “Por la ciudad aún dormida y bajo las últimas y ateridas estrellas los gallos burgueses y proletarios, desconociendo diferencias de clases, se ponen a zurcir las distancias con las agujas sonoras de sus cantos” (p. 292)
Del capítulo IV: Mancha de sangre: “Ella lloraba. La tos tornó a agarrarle la garganta […] Yo acogí la mirada, como acogería el llanto de una estrella en mis pupilas, y cerré los párpados, besándola. Y la noche cantaba. Y nos pareció que nos estábamos yendo lentamente… (p.317).
Del capítulo IV: “los pasos producen un rumor que es como la voz queda de la tristeza […] La madrugada es como una inmensa flor que se abriera. Y allá, bajo sus pétalos lívidos, bajo la huida de las últimas estrellas y bajo el concierto desconcertante de los gallos ciudadanos, se va el maestro Mercedes ¡Adiós, buen viejo!¡Hasta la vista...!” (p. 357).
Conclusión: validación y sentido de la novela
Para leer la novela Un hombre, unos ojos negros y una perra lanuda, me propuse aportar nuevas visiones decantadas en el tiempo. No he pretendido un análisis academicista. Sabemos que cada época que pasa se suma a la tradición, hace variar la manera de leer el pasado y lo que en él se ha escrito; pero si sabemos situar y objetivar ese modo de vivir y de pensar, descubrimos que su núcleo se mantiene y nos vuelve hablar para comprenderlo y proyectarlo. Puntualizo algunas cosas:
La novela leída, después de muchas décadas de no saber de su existencia, continuaba perdida, negada, apócrifa o se había cumplido la voluntad de alguien para quemarla. Su argumento trata de las costumbres, valores y modos de interactuar de un pueblo en la precariedad de la vida familiar, el mundo del trabajo y cobijos marginales de la ciudad de Santiago llamadas conventillos, pensiones al paso y lugares poco concurridos para pasar la noche. Es una novela urbana, de ciudad capital, constituida por clases sociales antagónicas, con más asistencia de policías y gendarmes que socorristas y hospitales. No es una obra pulida en la forma, lo cual no significa que sea descuidada, narrada sin dinamismo y no se lee con soltura y agrado a pesar de la angustia infinita que trasciende a los personajes. Una especie de diario de vida colectivo que expone la grandeza, la esperanza, el optimismo, el sentido del trabajo, de solidaridad y compañerismo, todo en medio de la intimidad y amargura de un pueblo que no puede salir del fango de la miseria, debido a su marginalidad, silenciamiento, desengaños, decepciones, protestas, huelgas y sacrificios por la lucha de sus derechos. El narrador, predominante en primera persona y omnisciente, adopta las identidades de sus heterónimos: Demetrio Encina, un vagabundo, un nadie, un hombre sin nombre, un niño de 12 años, un lustrabotas, un trabajador, una perra lanuda, el amor de Inés, la esperanza en su dimensión cósmica. La relación amorosa de Demetrio con Inés, es el segundo eje del argumento sobre el machismo, la falta de educación sexual, la pasividad de la mujer, los temores y los celos que son vencidos por la necesidad de compañía.
El sentido de la novela está en que los anhelos de redención del proletariado de la época no son neutros ni inocentes. No hay resignación. El cielo estrellado, el espacio cósmico, se contempla como evolución antropológica en busca del Hombre Nuevo. Es decir, el hombre y la mujer integral, autónoma, ética, productiva, que comparte su sensibilidad en el humanismo del personaje, Arturo Robles, el poeta.
La novela social proletaria de vanguardia, sea esta o la saga escrita en la primera mitad del siglo XX, en Chile y en otros países de América Latina, hoy es una vértebra fundamental en la historia de la narrativa continental. No de un tiempo desaparecido, sino solo interrumpido por el hegemón de la posmodernidad que no podrá matar su sentido. El solo concepto, sitúa a esta narrativa en una dimensión estética distinta al de la elite y de los cánones académicos de la belleza oficial. Las ideas y las emociones de esta novela residen en su noosfera, es decir, en el lenguaje donde está la vida palpitando en consciencia de redención. Pero aún subyace una herida, esa que se tiene, pero que por ahora no se ve ni se puede tocar para evitar que vuelva a sangrar. Es la herida del tiempo irremediable. Cuando la muerte no le deja tiempo para que los vivos se miren a los ojos, la herida no sana jamás. La situación de lectura y escritura ha cambiado, pero la herida es la misma.
Referencias bibliográficas
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- Cristi, Ana (2020): La insistencia de los cuerpos: el signo de la mujer proletaria en la narrativa de Nicomedes Guzmán. Chile, revista Literatura y Lingüística N° 41. UCSH
- De la Fuente, José (2006): Cap. I “literatura, compromiso y política”, cap. II “Generación del '38 de Chile”. Cf. en tesis doctoral Identidad y conflicto social en la novela latinoamericana de la década del treinta (siglo XX). Santiago, IDEA, USACH.
- Durán, Georgina (1941): Conversación con el joven escritor N. Guzmán. Entrevista. Chile. Diario La Nación, 11/5/1941
- Díaz-Cid, César (2014): La realidad y el sortilegio en la narrativa de Nicomedes Guzmán. Anales de literatura chilena, año 15, N° 27, pp. 175-186.
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- Guzmán, Nicomedes, novela (2023): Un hombre, unos ojos negros y una perra lanuda. Santiago, ediciones Biblioteca Nacional de Chile.
- Latcham, Ricardo (1967): Nicomedes Guzmán, artículo después de su muerte, en Diario La Nación, 5/06/1967
- Leal Hernáez, Luciano (2019): Prácticas literarias y editoriales de Nicomedes Guzmán. Tesis para optar al grado de Magíster en Literatura latinoamericana y chilena. USACH, facultad de humanidades, Depto. de literatura y lingüística, 104 páginas.
- Pessoa, Fernando como Bernardo Soares (2001): Libro del desasosiego. Buenos Aires, Emecé editores (traducción y preparación Richard Zenith)
- Subercaseaux, Bernardo (2014): El mundo de los perros y la literatura (condición humana y condición animal). Santiago, Ediciones UDP.
- Vásquez de Mederos, Lucía (1995): El realismo social y la generación del '38 en Chile. Narrativa de Nicomedes Guzmán. (tesis de doctorado). España, Universidad de Sevilla. 513 pp.
- Yelin, Julieta (2011): Kafka o el ocaso de la metáfora animal, notas sobre la voz narrativa en “Investigaciones de un perro”, Argentina, en Revista Anclajes Vol. XV, N° 1. pp. 81-93.
Referencia del autor
José Alberto de la Fuente A
Profesor de Castellano, Magíster en Literaturas Hispánicas
Doctor en Estudios Americanos (pensamiento y cultura)
Escritor.
Puerto Varas, Sur de Chile.
20 de junio de 2024
[1] El realismo social y la generación del 38 en Chile. La narrativa de Nicomedes Guzmán. España, Universidad de Sevilla, 2017. 513 páginas.
[2] Leal Hernáez, Luciano (2019): Prácticas literarias y editoriales de Nicomedes Guzmán. Tesis para optar al grado de Magíster en Literatura latinoamericana y chilena. Profesor director: José de la Fuente. USACH, facultad de humanidades, Depto. de literatura y lingüística, 104 páginas.
[3] Subercaseaux, Bernardo (2014): En El mudo de los perros y la literatura. Editorial UDP, p. 31
[4] Op., Cit., p. 35
[5] Op., Cit, Perros, estalinismo y utopía, pp. 165-194
[6] Op., Cit, p. 22
[7] Yelin, Julieta (2011): Kafka o el ocaso de la metáfora animal, notas sobre la voz narrativa en investigaciones de un perro. Revista Anclajes XV, Vol. 1, Conicet, Argentina. P.86.
[8] Días-Cid, César (2014): la realidad y el sortilegio en la narrativa de N.G. Anales U. de Chile. Años 15, N° 22, p. 180
[9] En torno a la última novela citada, recordamos que, en aquella época, Volodia Teitelboim, había publicado la novela histórica, en primera edición, Hijo del salitre (1952), silenciada hasta 1972 y reeditada el año 1996 por Lom. Además, en la saga viene Pisagua (la semilla en la arena) de 1957. Ambas novelas consiguen restablecer la memoria en contra de la amnesia histórica sobre la explotación del salitre y el confinamiento de presos políticos.
[10] Durán, Georgina (1941), entrevista. Diario La Nación, 11 de mayo. Conversación con el joven escritor.
[11] Es oportuno recordar que Manuel Rojas, completa el ciclo tetralógico iniciado por Nicomedes Guzmán con los siguientes títulos que acrecientan la calidad de la narrativa chilena del siglo XX: Hijos de ladrón (1950), Mejor que el vino (1958, Sombras contra el muro (1964) y La oscura vida radiante (1971).
[12] “El género del cuento y los nuevos cuentistas chilenos”. Santiago, Editorial Cultura, 1941. Página 7.
[13] Cândido, Antonio (1965): Crítica radical. Biblioteca Ayacucho, Vol. 162, p. 244. En el realismo social proletario subyace siempre la categoría de resistencia frente a la sensación de extrañeza que produce la convivencia en un mundo ajeno.
[14] Para ampliar y profundizar en estas explicaciones, cf. los capítulos II (fundamentos) y capítulo III (generación del '38 en Chile) de la tesis doctoral de José de la Fuente: Identidad y conflicto social en la novela latinoamericana de la década del treinta (siglo XX). Santiago, IDEA, USACH, 2006.
[15] de Rokha, Pablo (1942): “Teoría del arte proletario”, pág. 4, texto incluido en Morfología del espanto. Santiago, Editorial Multitud,
[16] Guzmán, Nicomedes (2023). Un hombre, unos ojos negros y una perra lanuda. Santiago, Ediciones Biblioteca Nacional de Chile, de página 27 a página 383. En adelante no haré referencias al texto original dactilografiado por el autor, sino me referiré exclusivamente al texto editado. Casi no haré observaciones semiológicas.
[17] En Chile significa murmuración, chisme, comentario injurioso o malicioso por envidia y desafecto sobre las acciones o identidad de alguien.
[18] Chartier, Roger (2021): El pequeño Chartier ilustrado (diccionario del libro, la lectura y la cultura escrita). Valdivia, UACH, p. 35
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