Carlos Iturra
Ernesto Langer el autor de estos versos sostiene que sus “filopoes” no tienen género, y merced a esa treta logra que uno, al rebatirlo, le conceda que son poesía. Filosófica, tipo aforística. Pero poesía. No es solamente su escritura en verso lo que inclina a pensar así, sobre todo es esto otro: en esos versos se generan cortocircuitos cuando cierta palabra queda diestramente delante o hábilmente detrás de tal cual otra, y salta una mágica chispa: un significado asombroso que a veces no hay como explicar sino con las mismas palabras: “Esta vida es perfecta en su imperfección.”
La clase de chispa que suele saltar de estos versos está quizá más cerca aún de la máxima que del aforismo, porque hay en ellos un tono moral, de sabiduría de la existencia visible en el verso citado: dicho de otro modo, son iluminaciones morales las que provoca este delicado libro: alumbramientos en el corazón, más que por el amor que habita en él, por la nobleza, que tiene igual domicilio.
No es poesía erótica, ni abstracta, ni surrealista, ni antipoética: amable lírica, tiene de pronto una simplicidad a lo Kavafis, de pronto es prosa en la forma, aunque versificada, como “Poderoso don dinero”, pero como en Kavafis, su pseudo prosa termina por encenderse con la luz propia de la poesía.
“La felicidad”, poema con alma de haiku, es un preciso ejemplo de los aires frescos que circulan por estas líneas: hay paz, placer, satisfacción, ligeras trazas de melancolía también, y la impresión que deja su lectura, breve al extremo de la cortesía, es la de, ni más ni menos, felicidad.
Difusión autorizada por escritor Ernesto Langer

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