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MI CICATRIZ: ESA BELLEZA DE TODOS LOS DÍAS.

Presentación:


Profesor: Dr. Nelson Rodríguez Arratia.


El siguiente trabajo fue realizado por estudiantes de la Escuela de Filosofía de la Universidad Católica Silva Henríquez.

Fue un proyecto que trabajamos en metodología de Aprendizaje y Servicio, para apoyar los cursos de formación para jóvenes, elaborados por el Área de derechos Humanos y la Cátedra Scholas Ocurrentes de la Dirección de Vinculación con el Medio de la misma universidad.

El video que realizamos trata de valorar la importancia de la estética cotidiana, para construir nuestros sentidos de vida. Cada acto realizado, como cada descubrimiento que hacemos, el cuerpo es aquel por el que abrimos el conocimiento y valoración de la vida.

En este trabajo audio visual, hemos elegido el tema de la cicatriz. Nuestro cuerpo puede tener cicatrices; nuestra vida, nuestra historia nos enseña cicatrices; nuestro pueblo tiene cicatrices; y todas ellas nos muestran un dolor y a su vez un camino. Y hemos optado por descubrir en nuestro cuerpo y desde nuestras cicatrices, la importancia de mirar al eros, como el más puro acto de encontrar lo que deseamos y queremos junto a otros y otras.


Los estudiantes son:

Aldo Barahona Chiape; Catalina Jaramilo Conejeros; Betzabeth Muñoz Gaete; Carlos Cisternas Izquierdo; Gabriel Sepúlveda Rodríguez y Paulina Martínez Sedán.


Voz: Francisca "Paquita" Rivera


 

MI CICATRIZ: ESA BELLEZA DE TODOS LOS DÍAS.


1. Hay una forma de encontrarme y de reconocerme. Hay un camino, una travesía por la que avanzo, retrocedo y vuelvo a construir lo venidero. Hay un tiempo, un momento o tal vez una eternidad por la que cada minuto son más y menos a la vez, pero en el que cada hora puede ser distinta y resignificada y vuelta sentir para que cada giro, cada vuelta pueda ser una danza, un pequeño paso a una risa, a un torrente de lágrimas, gotas de éxtasis por los que llegamos como desbordados al límite, en el que miramos el vacío, un horizonte, una esperanza; una luz y los necesarios colores, para armar de nuevo el ritmo, la música que llevan los caminos andados por recorrer. En esta danza, mi libertad, mis caminos, y cuántos dioses en la piel, para sentir que este estar despeja a lo que puedo ser y lo que soy. Somos cuerpo; Soy cuerpo; La carne de un soplido por el que no cesa la danza de vivir.


2. La piel es un camino. Tantas veces nos dicen de la importancia dela suavidad, como si la piel fuese de mármol. Yo toco mi cicatriz. Tocarla me vuelve extraño, extraña; Dónde está mi cuerpo; ¿hacia dónde caminar ahora? ¿Acaso será mi nombre y mi rostro? Pero, es mi cuerpo que abre las horas del cotidiano, para preguntarme, para dejarme distanciar por la porosidad del accidente, por la crudeza de la herida, por la interrupción del tejido, de la fibra, de las hebras, de la historia, de mis días, de mi sentido. No me reconozco, me distancio, no la quiero. Pero la toco. Sigo su pálpito, con mis propias yemas; sus pliegues reconocen la diferencia y la diferencia me vuelve a la unidad, para sentirme uno, una, otra vez. La cicatriz en una abertura, un corte, una extracción, una intromisión, a la larga, una dura forma de recordar cada hora, que las horas valen, que sentir el tiempo es vivirlo, mientras sigo la huella de mis yemas.


3. La piel es un camino. Tocar y ser tocado. Como si las manos de otro, de otra despiertan el dormido sentido de sentir, de sentirme, de ser para mí, para otro, para otra. Toca. Me tocas. Tocas mi cicatriz como si fuera un beso. Me besas y lo que parecía distinto, poroso, áspero, se vuelve vigilia, desvelo e inquietud, para despertar a la urgencia de ver, mirar y cada una de las grietas que distancian mi querer, mi sentido, mi sentir. Me tocas, me besas, para nacer en uno, en una; cuerpo que se enciende para los demás, para los caminos, entre los árboles, entre el desierto, entre la lluvia, el cielo y la tierra, piedras y azares.


4. Los ríos caen, vienen desde tarde, desde lejos, desde tiempos. Quién escucha el llanto, los gemidos de quienes no pueden beber. Quién escucha el llanto de quienes en canto serenan las aguas por el paso que la vida tiende a la muerte y vida, de los que no alcanzaron a terminar la palabra y abrieron el celeste del cielo, a las aguas de los ríos que bajan en sangre. Cicatriz, herida, huella que rastrean los hijos, los niños, de quienes buscan su justicia. En nombre de la herida, a quienes silenciaron, hoy, los que dejaron de ver, pero no cesan de hacer luz, de las que perdieron el aroma de las flores, pero no dejan de respirar esperanza; abran todas las aguas de esos ríos que emergen del nuestra sangre, para regar lo venidero de lo que una cicatriz puede aunarnos en un abrazo, por lo que se escribirá siempre, una y otra vez, como los que no cesan de buscar luz, por las que no cesan de buscar y sembrar rosas. Mis ojos, mi olfato, para las huellas de un pasado, el paso de lo toda espera se vive.


5. Que bellas melodías me dices tú, mirando mi cicatriz. ¿Qué belleza respiras tu mirando mi cuerpo mutilado?; ¿’Podrás beber de mi aún en medio de este camino roto? ¿Podrás tocarme? ¿Podrás besarme? Esa es la belleza que quiero. No quiero la belleza de los museos, ni menos la que pende de cuadros, la que sostiene pedestales. Acércate a este mapa de mis batallas. Mírame; Esta cicatriz es lo profundo de mi teta que no está. Y tú me miras y yo te digo: En nombre de quien bebió del néctar que le hizo crecer, mi hijo, en nombre de tu mirada, en nombre de tus manos acariciando los silencios de mi cuerpo y en nombre de las horas de todos y cada día de estar, quiero esta mi cicatriz: la belleza de todos los días.


6. Los ríos siguen su cauce y seguirán buscando el recorrido. Cada paso en busca de caminos abren puentes para cada sueño, para cada latido, para cada abrazo. Amo mi cuerpo de todos los días. Amo la belleza del relajo y del desgaste, lo sinuoso, lo áspero y arrugado. Amo las cicatrices de todos los días. Tiene sentido el mundo, si me tocas, si me miras; tiene sentido si miramos distinto, para encontrarnos; si no estamos, para buscarnos. Y de no encontrarnos, llevar en el cuerpo esa cicatriz de todos los días, a cada día, hora y minutos. Nuestro cotidiano, por el que las horas se vuelven un corazón en pálpitos y torrentes de lágrimas y risas, juegos, silencios y estrellas, soles y lunas, por el que descubrimos siempre, que esa cicatriz, nuestra cicatriz es la belleza de todos los días.

 


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