Autora: Isabel Hernández

Cuento premiado en: XXIII Concurso Literario Nacional e Internacional Vitamayor - "Con las palabras un cuento", Municipalidad de Vitacura, Santiago, Chile. 2022
SCONES
La Xime le pregunta a la Pili:
-Dime, ¿cómo es el éxito?
La Maca interviene divertida:
-Es vivir como la mierda para que te aplaudan, te miren y te envidien.
Las tres se ríen.
A mí no me da risa. Para ellas yo soy Teresa, pero ellas son Xime, Pili,
Maca. Me pregunto: ¿por qué no se dirán entre ellas: Ximena, Pilar, Macarena?
¿Será que tienen que ahorrar hasta en las letras?
- ¡Teresa!
-Sí, ya voy, señora Ximena.
-Ya, sírvenos, Teresa.
-Sí, señora Ximena.
Las risas se mezclan con el ruido de la vajilla. Las señoras hablan y hablan,
pero yo no escucho. No entiendo a la señora Ximena. ¿Cómo se puede reír? ¡Y
todavía se puede reír! Cómo puede estar ahí sentada tan tranquila con sus
amigas, tomando once, bueno, tomando el té, como dice ella. No entiendo a la
señora Ximena. No la entiendo.
-Teresa.
-Sí, señora.
-Teresa, cuántas veces voy a decirte que tienes que traernos los sconnes
junto con el té. Así todo se nos enfría, mijita.
-Ya voy, ya le llevo, señora Ximena.
Ella era la madre, ella parió al Santiaguito, por más que yo era quien lo
criaba. El Santi, ni niño querido, era tan gordito mi rucio, tan buenito y juguetón;
nunca le gustaron los peluches, ni la tele, ni los juegos tranquilos, para él lo mejor
eran los monstruos feos o la pelota y siempre andaba con sus monstruitos de acá
para allá, por el jardín, por toda la casa. En el tiempo de los vientos... ¡cómo
quería a sus volantines!
Tan chiquito y siempre corriendo detrás de los volantines,
¡cómo le gustaba corretear! Era tan gracioso, inquieto.
Será por eso por lo que se
les escapó, entre tanta gente, allá en la playa y vaya una a saber...
Si yo hubiera estado allí, con Santi, aquella tarde en la playa, no hubiera pasado lo
que pasó.
Pero ¿será posible? ¿Cómo puede ser? Ahora las tres señoras se están
riendo de mí y de mis galletas que la señora Ximena les dice un nombre en inglés.
A mí ellas no me ven, pero deberían saber que yo, desde de aquí, desde la
cocina, escucho todo lo que hablan. ¡Maleducadas! Pero, qué cosa, ¿cómo puede
burlarse así? Si no me deja que use toda la mantequilla que se necesita porque
hay que ahorrar, siempre hay que ahorrar. Siempre me lo dice: Teresa hay que
ahorrar. Y ahora parece que la culpa la tengo yo. Qué jodida es esta señora
Ximena.
Dele reírse no más, dele reírse.
Es que son tan raras todas éstas viejas cuando se juntan. Yo no sé cómo
no se aburren, siempre hablando las mismas cosas. La señora Pilar siempre habla
y habla de ella, siempre lo mismo: que todo le va muy bien y que aparece en las
revistas. Todo eso le da envidia a la señora Macarena. A mí me da risa, la señora
Pilar me da risa; no me parece real, es como esas flores chinas que vienen ahora,
que no necesitan ni agua y siempre están bonitas.
Ay no puedo pensar en el agua ni cuando hierve la tetera sin pensar que mi
Santi todavía está en el agua. ¿Siempre estará en el agua? ¿Algún día saldrá del
mar ese niño? No sé. Quisiera poder tocar su cuerpecito frío, aunque sea una vez
no más. Ni eso se pudo. Por eso Santi todavía anda penando, el pobre. ¡Vaya a
saberse...entre esas aguas heladas y movidas!
-Teresa.
Ay, casi no la escucho a la señora Ximena, con tanto sentimiento junto aquí
dentro. Es que no tengo ganas de escuchar nada, no tengo ganas de escuchar a
estas mujeres.
-Teresa. Tráenos más jugo.
Y acá voy con la jarra de jugo de mango y me caen unas gotas en el
delantal almidonado. Chuta, tendré que volver a lavarlo. Es que esta mesa de la
sala es muy bajita y a mí me gusta más servir en la mesa grande del comedor.
-Pili, no te voy a hablar nunca más si no cumples tu promesa de
presentarme a tu nuevo socio -dice la Maca.
-Nunca te lo prometí – le responde la Pili.
-Ya te dijo que es casado y que tú no eres su tipo -se ríe la Xime.
- ¿Cómo lo sabes? Tú no tienes ni idea.
¿Por qué será que la señora Ximena siempre quiere recibir a sus amigas
aquí, en esta mesa tan bajita? Y encima me pidió que sacara la foto del Santi, la
que está siempre sobre este mueble con cajoncitos (el bargueño, como le dice la
madre de la señora Ximena; esa vieja culiada que por suerte hace tiempo que no
viene).
Eso sí que me dio pena, ¡esconder la foto de su propio hijo! Yo en cambio,
tengo el retrato de Santi siempre en mi pieza, al lado de mi virgencita, y nunca lo
saco, nunca me da pena ni vergüenza. Me da pena sí, pero no como a la señora
Ximena, que no quiere que esté ahí el Santiago cuando vienen sus amigas.
Aunque... es raro. Que es raro, es raro. A veces la señora Ximena habla todo el
día del niño como si estuviera vivo, parece como que no se diera cuenta. Pobre
señora Ximena. El otro día el señor le gritó que estaba loca y que no iba a gastar
más plata en médicos porque no servía para nada. ¡Qué estaba loca le dijo! Y le
repitió que se diera cuenta de una buena vez de que su hijo estaba muerto, de que
Santiago se había ahogado en el mar por su culpa. Y a mí me dio pena, me dio
mucha pena, pobre señora Ximena.
Puta que va a ser difícil sacar esta mancha de jugo. A mí no me gusta este
jugo, no es como lo natural, sale de un plástico y tiene un gusto raro y ni siquiera
consigue refrescarme en el verano.
Pero no quiero pensar en el verano. Otra vez vendrá el verano. ¿Irán los
señores este año a la casa de la playa? ¿Se atreverán? ¿Y Santi? ¿Seguirá
penando por aquí o se irá para allá?... digo, la almita de Santiaguito ¿Dónde
estará? No, yo me voy, yo aquí sola no me quedo, pero ¿dónde me voy a ir? Si no
tengo adónde. A la playa no me van a llevar, nunca me han llevado los señores,
allá le piden a esa otra doña que les sirva. Ay, mi Santi, no se nos hubiera ido si yo
hubiera estado allá el verano pasado. Pronto va a llegar otra vez el calor y ya va
para un año, qué largo y triste año.
Ay, ahora se están peleando. Lástima que yo no escucho bien, es que yo
ando con todo este sentimiento aquí adentro. Parece que la pelea es porque...
–¡Teresa!... mijita, ya son las cinco, ¿Querrás ir a buscar a Santi al colegio?
FIN

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